Manifestantes pedem esclarecimento ao caso Emanuela Orlandi
El monopolio mediático acaba de revelar que los restos mortales del poderoso mafioso italiano Enrico De Pedis, asesinado en 1990, se encuentran depositados en la basílica de Santo Apolinário en Roma, administrada por el Vaticano. Su cripta en mármol es similar a la de sus vecinos papas. Su féretro se encontraba dentro de otro féretro y este dentro de otro. Sí, tres féretros, al igual que todos los papas. El lugar es exclusivo para papas, cardenales y otras “personas santas”…
La versión extraoficial del Vaticano es que él estaba allí por haber donado a la iglesia una suma importante.
La exhumación del cadáver del gánster, en 14 de mayo último, aconteció en el transcurso de la investigación de una denuncia que decía que una niña desaparecida en 1983, Emanuela Orlandi, hija de un funcionario del Vaticano, se encontraba sepultada secretamente junto al mafioso. Aún no fueron identificadas, pero osamentas no declaradas ocupaban la cripta junto a los féretros del mafioso. Y parece que la historia es mucho más negra.
Según la misma denuncia que acabó llevando a la exhumación, la niña habría sido asesinada por el gánster como forma de dar un recado a los santos banqueros para que no se apoderasen de su sucio dinero. Conforme el testimonio de su ex-amante Sabrina Minardi y otras fuentes, el mafioso usaba los servicios de lavado de dinero del Instituto para las Obras de la Religión (IOR) a través de la Banca Ambrosiana y que ese dinero fue fundamental para financiar la figura de Lech Walesa, también apoyada por la CIA, y que culminó en la derrumbada, primero del gobierno polaco y después del bloque social-imperialista soviético.
El Vaticano, juntamente con su banca, ya se vio envuelto en operaciones de tráfico de armas y drogas, además de apoyar desde los nazis hasta las más sangrientas dictaduras y eso por hablar sólo en la historia reciente. Pero el trabajo más emblemático, escandaloso y solapado seguramente fue la Operación Peter Pan.
Operación Peter Pan
En el comienzo de la década de 1960, una campaña de terror psicológico, grandemente orquestada, llevó a que los padres de más de 14.000 niños entregasen sus hijos para que fuesen llevados al extranjero y que posiblemente no los viesen nunca más. La promesa era salvarlos del comunismo.
El documental Operación Peter Pan: cerrando el círculo en Cuba, de Estela Bravo, relata esa historia y entrevista algunos de sus protagonistas. La iglesia católica, juntamente a los servicios de inteligencia yanquis, convencieron esa gente desinformada de que el gobierno cubano les retiraría la patria potestad, mandaría sus hijos para ser criados en escuelas colectivas y hasta enviados a Rusia para devorar sus cuerpos y almas.
Los ahora adultos cuentan emocionados lo que significó separarse de sus padres cuando tenían 11, 5 y hasta dos años de edad, trasplantados a USA, una tierra extraña, donde desconocían hasta el idioma. Quién tenía algún pariente viviendo en Miami consiguió adaptarse más rápidamente. Pero para la mayoría no fue así y cada uno como huérfano sin ser, quedó largado a su propia suerte. Fueron distribuidos en 187 ciudades de 47 estados. Algunos relatan haber sido abusados sexualmente por los sacerdotes católicos. Otros abusados o explotados por las familias que los debían acoger. Aún entre los que tuvieron mejor suerte, recibieron buena educación y su infancia respetada, la añoranza de la familia y su tierra natal fue muy dolorida. Uno de ellos se describe como un árbol trasplantado del cual algunas raíces quedaron en el suelo original.
El objetivo era desestabilizar el gobierno cubano, sembrando el caos dentro de la población. Sólo menores de 16 años eran aceptados por USA, recibiendo los visados automáticamente. El operativo fue montado en sigilo, pero cuando el gobierno cubano lo descubrió se vio en una encrucijada. Si Cuba no permitiese el envío de los niños estaría dando razón a aquellos que decían que el gobierno quería quitar el derecho de los padres de decidir el futuro de los hijos. Para reforzar el discurso de los sacerdotes, la CIA produjo y comenzó a distribuir copias de un decreto inexistente en que el gobierno retiraba la autoridad de los padres. Radios desde Miami reforzaban los alertas.
En el documental, el monseñor Bryan Walsh dice que ellos simplemente ayudaron a cumplir el deseo de los padres que querían lo mejor para sus hijos y desconoce cualquier participación de la CIA. Un periodista de la radio que reforzó la falsa noticia dijo haber sido engañado. La CIA no reconoce haber actuado en el episodio, pero realizó una película (The Lost Apple – La manzana perdida) en 1962 especialmente para el caso y que fue mostrada a los niños en la época para convencerlos del peligro comunista que habían conseguido librarse. Y la coartada de esos criminales en general es colocar la responsabilidad en los padres de los niños como si un padre, una madre, en su perfecto juicio y por libre arbitrio, pudiera desistir de los hijos pequeños.
El documental de Estela Bravo también acompaña en 2009 el regreso del primer grupo de los “niños Pedro Panes” (como quedaron conocidos) a Cuba en un emocionante reencuentro con parientes, con las casas donde nacieron y sus raíces.