Pueblo feliz es pueblo en lucha

Felicidade é... Charge: Vini Oliveira

Pueblo feliz es pueblo en lucha

En este fin de año los votos de feliz año nuevo fueron dados por la mayoría de las personas como un deseo sincero. Otras, sin embargo, lo hicieron sólo como repetición de un cliché, sin mucha convicción en la realización de tales votos.

Las fiestas de reveillón  públicas o familiares perdieron en espontaneidad y efusividad. ¿Cómo, al fin de cuentas, una sociedad en pedazos por el podrecimiento de sus clases dominantes, aumento brutal de la represión y matanza de pobres por el viejo Estado y ampliación en progresión geométrica de la delincuencia, puede demostrar felicidad en conmemoraciones de fin de año, si todo lleva a creer que el año nuevo será más de lo mismo?

Las fiestas públicas patrocinadas con el dinero público, para quemar fuegos artificiales y presentar bandas y cantantes de moda, además del gasto superfluo para atraer turistas, ávidos por turismo sexual, revelaron una artificialización de la alegría movida a cerveza..

Incluso los monopolios comunicacionales, afectos a superlativizar tales eventos divulgando previsiones y estadísticas fabricadas para difundir y estimular falsas esperanzas, no consiguieron el entusiasmo esperado por falta de efecto en sus mensajes.

Humillación

¿Cómo animar más de quince millones de desempleados o subempleados humillados delante de la propia familia y forzados por la propaganda consumista? Esta respuesta nos es dada por Gonzaguinha en su profunda y bella canción El hombre también llora cuando afirma: “Un hombre se humilla/ Si castran su sueño/ Su sueño es su vida/ Y vida es trabajo/ Y sin su trabajo/ El hombre no tiene honra/ Y sin su honra/ Se muere, se mata/ No es posible ser feliz/ No es posible ser feliz”.

No es posible ser feliz ni sin trabajo, ni sin salario, como aconteció con funcionarios públicos estaduales, cuyo caso más grave ocurrió en el Río Grande del Norte, pero también en varios estados y en centenares , tal vez miles, de municipalidades por todo Brasil.

Querer ver felicidad en un padre (o madre) de familia cuyo reveillón fue en una fila en la puerta de una escuela pública intentando garantizar una vacante para el hijo estudiar, o en las madres y parientes que perdieron sus entes queridos muertos por dichas balas perdidas o directamente por la policía del Estado asesino sería ilusión. Mucho menos en una persona extendida en el suelo de un hospital público contorciéndose de dolores y sin recibir atención.

Como cantaba Luiz Gonzaga, en la composición de Zé Dantas, “una limosna, mi señor, para el hombre que es sano, o lo mata de vergüenza o vicia el ciudadano”. Véase los habitantes callejeros acostados a la intemperie, sujetos a la filantropía hipócrita de la “navidad sin hambre”. Sólo aquí en el “país de las maravillas” de la cuadrilla de Temer y tantas otras más.

En realidad, la producción de la infelicidad se hace al por mayor y de forma omnímoda por el viejo Estado de las clases reaccionarias. Por el tercer año consecutivo, el fin del año es marcado por rebeliones en presidios en varios estados de la federación que, en conjunto, colocan más de 720 mil presos en verdaderas mazmorras. Detenidos estos que sólo ven como salida, para mejorar estas condiciones subhumanas, apelar para rebeliones violentas que abren los ojos de las clases dominantes y su carcomido Estado para los crímenes por él cometidos. Este es el reveillón de los miserables.

Arma caliente

En la música Comentarios acerca de John, el compositor y cantante Belchior afirmaba que “la felicidad es una arma caliente”, o sea, el pueblo que no lucha no tiene derecho a la felicidad, pues la paz tan deseada por todos sólo puede ser conquistada con lucha y mucha lucha. Ejemplo sobresaliente son los campesinos de Pau D’Arco, en el Pará, que después de sufrir una derrota, demostraron que para el pueblo no existe derrota definitiva, ocupando nuevamente el área y forzando el viejo Estado, por medio del Instituto Nacional de Colonización y Reforma Agraria (Incra),  a reconocer  su derecho sobre ella, liberando la hacienda Santa Lúcia.

Muchos sufren la violencia de la lucha de clases en la figura del viejo Estado genocida – matador del pueblo pobre en el campo y en la ciudad, fiscal de esa guerra civil reaccionaria contra las masas -, sin embargo, no comprenden que solamente a través de la violencia revolucionaria contra este mismo Estado genocida y sus tentáculos será posible dar fin a esta tragedia. Pero, cuando asistimos a protestas populares cada vez más violentas delante de un sistema político putrefacto y sus “autoridades” desmoralizadas, constatamos que se desarrolla una situación revolucionaria. En ella, las masas movilizadas en olas, parte por parte, van condensando nuevos aprendizajes y la comprensión creciente de que solamente con lucha el pueblo puede realizar su felicidad. Este pueblo es feliz, pues, a pesar de no haber alcanzado de inmediato todos sus objetivos, sabe que el futuro para los que vendrán después, con el desarrollo de la lucha, será luminoso.

La comprensión de que para haber una revolución las masas organizadas deben, además de aplicar su violencia, construir su dirección revolucionaria, en la esencia y en la forma de un verdadero Partido Comunista, va cada vez más creciendo en los corazones y mentes de los explotados y oprimidos del campo y de la ciudad del país.

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