En Rio de Janeiro, 2009 quedará marcado como el periodo de la historia en que la alianza entre los gerentes de turno Luiz Inácio, Cabral y Paes, dio demostraciones al mundo de la manera como un viejo Estado semicolonial y semifeudal debe tratar al pueblo: con desprecio y arrogancia, arrancándole el trabajo, la vivienda y, en muchas ocasiones, la vida.
Gerentes de prontidão: Cabral, Luiz Inácio e Paes
En los dos primeros años de Sérgio Cabral al frente de la gerencia estadual, las favelas y barrios pobres de Rio de Janeiro fueron frecuentemente atacados por las policías civil y militar, que en 2007 y 2008 mataron aproximadamente 2.500 personas en operaciones de criminalización de la pobreza, travestidas de combate al tráfico minorista.
Según el sociólogo Ignácio Cano, responsable por una reciente investigación sobre los "autos de resistencia" y actual vicedirector del Laboratorio de Análisis de la Violencia de la Universidad del Estado de Rio de Janeiro (UERJ), la policía nunca mató tanto como en los tres años de la gerencia Cabral. En ese periodo la tasa de asesinatos protagonizados por las tropas del Estado alcanzó la marca preocupante de 3,4 muertos por día o 8,2 para cada 100 mil habitantes. En algunos meses, como abril y mayo de 2008, fueron registrados 147 óbitos — media de cinco por día.
Cabe recordarse que ese conjunto de políticas fascistas fue ampliamente estimulado y financiadas por Luiz Inácio, a fin de imponer a las masas el Programa de Aceleración del Crecimiento — el PAC — , que en más de dos años de obras resultó en la demolición de centenares de viviendas y en el ataque a los principales barrios pobres de la capital, como el Complejo del Alemán, donde 19 personas fueron muertas — la mayoría de ellas ejecutadas — sólo en la mañana del día 27 de junio de 2007, en el episodio que quedó conocido como la masacre del Alemán. Pero lo peor aún estaba por venir.
Más represión a vista
En 1° de enero de 2009, Eduardo Paes asumió el control de la gerencia municipal prometiendo el oro y el moro al pueblo pobre, como la legalización del transporte hecho por vans y kombis y del comercio ambulante. Su primera medida como alcalde fue la creación de la Secretaría Especial de Orden Pública (Seop) — bajo el comando de Rodrigo Bethlem — con el objetivo de coordinar el "choque de orden": un amplio esfuerzo, en conjunto con las policías de Cabral, objetivando barrer de las calles de la zona Sur vendedores ambulantes, habitantes callejeros y habitaciones populares, en suma, exterminar la pobreza de las regiones nobles de la capital, retirándola del camino de la burguesía y de sus planes olímpicos.
O muro do Morro Santa Marta
Solamente en la primera semana de "choque de orden" 228 toneladas de mercancías fueron robadas de vendedores ambulantes, 257 personas fueron impedidas de dormir en las calles, 174 vans fueron incautadas y 18 cuidacoches fueron presos. Y eso era sólo el comienzo.
En los meses siguientes, decenas de edificios y casas fueron demolidos en favelas como Terreirão, en el Recreio dos Bandeirantes, y Rio das Pedras, en Jacarepaguá, dejando centenares de familias proletarias en la calle. Además, trabajadores pobres, habitantes callejeros y cuidacoches continuaron siendo reprimidos a sangre y fuego por la municipalidad, con la asesoría del monopolio de los medios de comunicación y sus aplausos a las acciones fascistas del "choque de orden". Hasta agosto de 2009, cuando fue realizado el último balance de las operaciones, 50 inmuebles ya habían sido demolidos por la municipalidad — el equivalente a 400 unidades habitacionales — , más de 3 mil habitantes callejeros habían sido recogidos, siendo 763 niños, y otros 273 fueron presos, siendo 23 niños. En total, 21 toneladas de materiales perecederos y más de 225 mil productos de géneros varios fueron robados de los vendedores ambulantes. Casi 500 trabajadores fueron presos, entre comerciantes y cuidacoches.
Favelas cercadas
Mientras tanto, 1,2 millones de personas que viven en los barrios pobres y favelas de Rio de Janeiro continuaban bajo intenso régimen de opresión impuesto por las policías de Cabral y José Mariano Beltrame — secretario de seguridad pública y ex-policía federal que dio declaraciones fascistas, afirmando que un "tiro en Copacabana es una cosa y un tiro en la favela de Corea es otra cosa bien diferente". Cabral tampoco es de ahorrar palabras al demostrar todo su odio contra el pueblo, habiendo dicho en 2007 que favelas como la Rocinha "son fábricas de delincuentes".
Como si no fuera bastante, en marzo de 2009, esos potenciales enemigos de las clases revolucionarias se utilizaron de la secretaría de medioambiente para sostener la acusación de que el pueblo en las favelas está destruyendo la Mata Atlántica con construcciones irregulares y que, por eso, algunas de ellas irían a ser cercadas por muros de tres metros de altura. La medida fue ampliamente criticada por organizaciones de defensa de los derechos humanos en todas las partes del mundo.
La mayor parte de las comunidades amenazadas por este nuevo plan maquiavélico de Luiz Inácio y Cabral están localizadas en áreas nobles de la ciudad, como Copacabana y Botafogo. Meses después, gran parte de la muralla ya había sido erguida envolviendo los Morros da Rocinha y Santa Marta, siendo las favelas del Chapéu Mangueira y Babilônia, las próximas de la lista. Por allá, el clima entre los habitantes es de total indignación, ya que, como mostramos en AND 57 (Laboratorio del Estado de crímenes contra el pueblo), estudios del Instituto Pereira Passos revelaron que el crecimiento de las dos comunidades está estancado desde 1999, lo que hace incoherente la acusación de Cabral. Lo más asombroso es que, además de eso, la construcción del muro en el entorno del Morro da Babilônia prevé la interrupción del acceso de la población a la floresta, lo que acabaría con el CoopBabilônia — una iniciativa de los habitantes que, hace 15 años, ejecuta la reforestación de la mata que cerca la favela, con la realización de cooperativas y eco-sendas. El trabajo y la unión de la comunidad en la CoopBabilônia trajeron de vuelta a la región una serie de especies de plantas y animales nativos de la mata atlántica, como la Jacupemba y el Tucán de pico negro.
Los hechos muestran que las matanzas promovidas por la policía en las favelas y los muros, son parte integrante de una misma estrategia de Cabral: sofocar y criminalizar la pobreza, constituyendo los cimientos para su exterminio. Sus preocupaciones están muy distantes del medio ambiente. Prueba de eso es el decreto bajado por el gerente estadual en agosto de 2009 liberando construcciones millonarias en el Área de Protección Ambiental Tamoios; un conjunto paradisíaco de 93 islas e islotes localizados en la bacía de Ilha Grande, en Angra dos Reis.
Estado policial
Acompañando los muros, los gerentes de turno, entre ellos Luiz Inácio, anunciaron la construcción de batallones policiales — llamados de Unidades de Policía Pacificadora (UPP) — en las mismas comunidades, además de las favelas Tabajaras, Cantagalo, Pavão-Pavãozinho, Batan y Cidade de Deus. La medida, que costó millones a los cofres del Estado, incluye la presencia intimidatoria de la PM en esos barrios pobres, imponiendo a los habitantes todos los tipos de atrocidades comunes de esta policía, como agresiones, torturas, invasiones de domicilios y toques de queda. Además de eso, en el Santa Marta, cámaras fueron instaladas para ampliar la opresión al pueblo y en el Morro da Babilônia, habitantes denuncian el desvío del 30% del agua que aprovisiona la comunidad para el edificio de la UPP.
Las ocupaciones policiales, obviamente, hicieron con que traficantes de la zona Sur migraran para la zona Norte, aumentando los conflictos por puntos de venta de drogas en las favelas de la región. Un buen ejemplo fueron los enfrentamientos entre cuadrillas en el Morro dos Macacos en octubre, donde un helicóptero de la PM fue derrumbado por delincuentes. En la ocasión, Beltrame comparó la caída de la aeronave policial al ataque a las torres gemelas en 11 de septiembre de 2001. De hecho, el desenlace para la osadía de los traficantes costó la sangre del pueblo y más de 50 personas fueron muertas en operaciones de las policías de Cabral sólo la semana siguiente a los enfrentamientos en el Morro dos Macacos.
Coincidencia o no, el episodio se dio en el mismo periodo en que el Comité Olímpico Internacional escogió Rio de Janeiro como sede de los juegos olímpicos de 2016, lo que nos permite imaginar lo que aún está por venir: la intensificación del cerco de opresión contra el pueblo pobre, que resistirá bravamente.
Prueba de eso son manifestaciones populares como la de los usuarios de trenes, que atacaron diversas estaciones — entre ellas la Central do Brasil — contra las pésimas condiciones de transporte impuestas por la Supervia a los trabajadores. O sino la resistencia de los conductores de vans y kombis por el derecho de trabajar, torpedeado por Sérgio Cabral con la revocación de la licencia de más de mil profesionales responsables por el transporte en itinerarios intermunicipales. Además de muchas otras demostraciones de fuerza de las masas, que poco a poco van sintiendo la necesidad de la autodefensa contra las acciones genocidas de este viejo Estado.
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