Fue con grata sorpresa que recibimos, en la Redacción de AND , un ejemplar del libro-manifiesto Ruptura (SP, 2019, n-1 ediciones) firmado por el colectivo “Centelha”. Es significativo que, en un momento de agudización de las contradicciones de clase en Brasil, inaugurado con la eclosión de las manifestaciones de Junio de 2013, surgieron diferentes expresiones políticas, artísticas e intelectuales reivindicando la necesidad de liberar la lucha de masas de las amarras del oportunismo en crisis, así como la necesidad de retomar una postura combativa y revolucionaria en las hileras del movimiento popular. Para nosotros, que atravesamos largos años como voz prácticamente solitaria a defender la Revolución Democrática, Agraria y Antiimperialista en Brasil, es satisfactorio percibir la multiplicación de estos círculos revolucionarios, al mismo tiempo en que nos vemos obligados a apuntar sus limitaciones.
Los principales méritos
El principal mérito de los redactores de Ruptura es, a buen seguro, la defensa contundente de la cisión con las ilusiones reformistas. Tiene, en ese sentido, identidad con lo que hemos dicho desde siempre en esta tribuna. Así, leemos:
“Cualquier tentativa de reinstaurar el sistema de pactos de la Nueva República en nombre de alguna forma de gobernabilidad ilusoria expresa solamente la ausencia profunda de horizontes y la capitulación final. La miseria de la política brasileña está en la incapacidad de hacer el luto de sus modelos de compromiso y asumir su obligación de actuar reconociendo la imposibilidad de las conciliaciones. Que se diga en voz alta: ¡la era de las conciliaciones acabó!”. (p. 55)
A buen seguro, la tal “era de las conciliaciones” acabó. O mejor: la creencia reformista en que tal cosa sería posible. Realmente, el periodo que se siguió al régimen militar no fue, ni siquiera, un momento de ampliación significativa de derechos democráticos (como en Europa del pos-guerra), sobre todo para las decenas de millones de trabajadores, destacadamente, los millones de campesinos pobres y sin tierra y la juventud marginalizada en las grandes ciudades, blancos de una política sistemática de encarcelamiento y asesinato. Contra los condenados de la tierra del siglo XXI, nunca dejaron de operar las torturas, los asesinatos y las desapariciones forzadas, como tampoco dejó de ocurrir la persecución legal o extralegal de los movimientos combativos y revolucionarios, intensificada durante los 13 años en que el petismo y sus satélites ocuparon el gobierno de turno.
Y toda esta ilusión reformista tuvo en la eclosión de las Jornadas de Junio de 2013 su entierro. ¡Grandes días!
El texto también acierta al caracterizar el proceso de reaccionarización del Estado brasileño como “contrarrevolución preventiva”, que tuvo clara expresión en la elección del fascista Bolsonaro:
“El fascismo siempre fue la reacción desesperada contra la fuerza de una revolución inminente en el horizonte. Si él volvió ahora es porque el suelo tiembla, es porque las fendas están por toda la parte. Oíd como tiembla el suelo, como hay algo que quiere atravesar el suelo. No nos dejemos engañar nuevamente, vivimos una contrarrevolución preventiva que no temerá ningún nivel necesario de violencia para callarnos, que rasgará todos los disfraces para actuar más libremente. El momento es más decisivo de lo que a algunos les gustaría creer”. (p.10).
Y, más al frente:
“La Revolución, y solamente la Revolución, dará voz a los que parecían eternamente silenciados. Es precisamente ese acierto de cuentas inevitable que la contrarrevolución intenta aplazar”. (p.110).
Nuestros lectores saben que hemos insistido en esta tecla desde 2017. Felizmente, los redactores de Ruptura no caen en la fosa común de los que, ideológicamente perdidos, sólo saben lamentar por los “tiempos difíciles”, rindiendo tributo al abatimiento y a la pérdida de perspectivas, que es el estado de espíritu actual no sólo entre los reformistas declarados como de muchos círculos supuestamente combativos surgidos durante 2013. En el fondo, estos lloran, como viudas, el entierro de la “democracia liberal”, olvidándose de la elemental verdad de que, bajo el capitalismo, aún el más “democrático” de los gobiernos será siempre una dictadura de los capitalistas y latifundistas sobre los trabajadores. Y que, si esta dictadura burguesa se hace más explícita, no es por otro motivo sino de que se ve amenazada por la revuelta inminente de las masas.
También destacamos, en la publicación, la referencia al latifundio como “alma del capitalismo brasileño, en todas sus fases” (p. 41), tesis central del movimiento comunista en el país, enterrada en las últimas décadas por el predominio de las perspectivas trotskystas y neo desarrollistas que desembocaron en el petismo.
Limitaciones
El espacio no nos permite una interlocución exhaustiva con los autores de Ruptura, ni es esa nuestra intención. Pero, pensamos que si la defensa de la Revolución y del Comunismo, así como la crítica al reformismo, son el punto fuerte del referido trabajo, más frágil – y, en algunos puntos, casi nula – es su argumentación sobre cómo hacer esa revolución y cuáles son exactamente sus fuerzas motrices. Así, en la sección dedicada a los “Campos de batalla”, los amigos de Centelha enumeran cuáles serían los principales blancos de la contrarrevolución brasileña: mujeres, jóvenes, la intelectualidad, la naturaleza. Aquí, aunque el análisis de clases aborde cada uno de aquellos blancos, ella aparece tangenciada. Queda la duda: ¿cuáles clases y capas sociales son las más potencialmente “explosíbles”? ¿Por qué proponemos sustituir la dictadura de clase de la burguesía? ¿Por dónde comenzar?
Relacionado a eso, aparece el problema del partido revolucionario. Si es verdad que las revueltas populares tienen dinámica propia (y sería idealismo y aún conservadorismo pensar que ellas pueden ser pre-definidas o direccionadas en los mínimos detalles por quienquiera que sea), también es verdad que el simple levantamiento espontáneo no es capaz de superar la dominación de clase de la burguesía, menos aún, de quebrar la médula de su Estado de clase, que son las Fuerzas Armadas reaccionarias. Véase la llamada “Primavera Árabe”, con sus plazas ocupadas en lo que fue llamado por muchos de “revolución”, y la represión sangrienta que se siguió, sin que del movimiento de masas haya surgido respuesta a la altura para las condiciones siempre más complejas que se presentan en la secuencia de cualquier levantamiento. El levante de las masas es una de las condiciones necesarias para cualquier revolución, pero no es aún la propia revolución, ni mucho menos la garantía por sí de que ella pueda avanzar y vencer. Los revolucionarios honrados, consecuentes, que sean verdaderos jefes de las masas y no charlatanes cobardes, deben, a buen seguro, intervenir enérgicamente junto a la “masa combatiente de los oprimidos” (Lenin), vinculando a cada paso el movimiento popular espontáneo a la estrategia consciente del proletariado, no alimentando ilusiones en cuanto al carácter arduo y prolongado de la revolución, cuya forma concreta en esta época es la guerra civil. Como dice el Presidente Mao Tsetung:
“Para hacer la revolución necesitamos de un partido revolucionario. Sin un partido revolucionario, sin un partido fundado en la teoría revolucionaria marxista-leninista y en un estilo revolucionario marxista-leninista, es imposible dirigir la clase obrera y las grandes masas del pueblo a la victoria sobre los imperialistas y sus lacayos”.
Se trata de una gran verdad, confirmada por la experiencia de todas las revoluciones.
De todos modos, no podemos exigir inmediatamente de los que se presentan para la lucha una plena concordancia en todas las cuestiones de principio. La propia persistencia y compromiso en seguir la difícil senda revolucionaria hasta el fin se encargará de hacer con que nuevas conclusiones se sumen a las premisas iniciales. Lo importante, en este caso, es dar el primer paso. Ruptura se integra, a buen seguro, al campo democrático-revolucionario que se renueva y crece en Brasil y desde AND hacemos votos de que los debates que suscita puedan continuar.