Protestos violentos na Ucrânia tomaram grandes proporções e repercussão internacional
El desenlace de los acontecimientos desde el final de noviembre del año pasado en Ucrania muestra que, sea por la urgencia de las luchas populares por derechos y contra el fascismo y la represión, sea por la profundización de las contradicciones que corroen aceleradamente las podrecidas estructuras del viejo Estado y del capitalismo burocrático vigente en las naciones dominadas por las potencias, el destino irremediable de las manifestaciones de masas radicalizadas es derrumbar lo viejo para abrir camino para lo nuevo, aunque las clases dominantes serviles del imperialismo intenten controlar a su favor las revueltas populares enfurecidas.
La situación política en Ucrania se agravó a partir de 21 de noviembre del año pasado, cuando el “gobierno” pro-imperialismo ruso decidió interrumpir las negociaciones para un acuerdo de libre comercio y asociación política con las potencias de la Unión Europea. En aquella ocasión, e incitados por la “oposición” que sueña ver a Ucrania dependiente de otras potencias europeas, miles de manifestantes, la mayoría jóvenes, tomaron las calles, edificios públicos y plazas de la capital Kiev.
El ápice de las manifestaciones de aquel periodo aconteció el día 24 de noviembre, cuando más de 100 mil personas salieron a las calles estimuladas por una “oposición” inconformada con el fin del acuerdo con la UE. El propio primer-ministro admitió que la Rusia había intervenido para que el acuerdo con el capital monopolista europeo fuese aplazado, lo que fue comprobado en 17 de diciembre, cuando Rusia y Ucrania anunciaron un acuerdo según el cual Moscú compraría US$ 15.000 millones en títulos del gobierno ucraniano y disminuiría el precio del gas ruso vendido para el país.
En los días que sucedieron el anuncio, parecía que el acuerdo Kiev-Moscú había alcanzado el objetivo que lo motivó, o sea, apaciguar las calles. Eso hasta que una periodista llamada Tetyana Chornovol, partidaria de la oposición, fue zurrada por un grupo de desconocidos, hecho ocurrido el día 25 de diciembre.
Fue el detonante para que el clima político en la Ucrania volviese a alcanzar altos niveles de tensión.
Recrudece el fascismo
Los líderes de la “oposición” vieron la posibilidad de derrumbar el gobierno con el apoyo financiero del imperialismo alemán, de los líderes de la UE y del imperialismo yanqui, cuyo senador y ex-candidato a la Casa Branca, John McCain, fue la estrella invitada de las manifestaciones por el acuerdo con la UE en 15 de enero.
En medio a la contienda entre fuerzas gubernistas y oposición, el fascismo más evidente, representado por el Svoboda (partido “ultranacionalista”, como el monopolio de la prensa burguesa gusta decir) también dio demostraciones de su vena fascista promoviendo la derrumbada de una estatua de Lenin erigida en la plaza de Bessarabia , en Kiev, y, en 1º de enero, reunió más de más de 15 mil personas para conmemorar el aniversario del antiguo colaboracionista fascista ucraniano, el ya fallecido Stepan Bandera.
En 16 de enero, el parlamento ucraniano aprobó un paquete de leyes anti protesto, imponiendo brutal represión y serias restricciones a la libertad de prensa, reunión y manifestación. Algunas personas denunciaron haber recibido mensajes de texto en el teléfono celular con la advertencia: “Usted fue identificado como participante de tumultos de masa”.
Las masas resisten
Con la aprobación de las leyes antiprotesto y la represión a las manifestaciones, el número de personas en las calles se multiplicó, y las protestas se radicalizaron, comenzando a ganar un carácter de defensa del derecho de libre manifestación y contra el fin de la feroz represión desencadenada por la gestión de Kiev.
En la noche del día 21 para 22 de enero miles de manifestantes ocuparon calles y plazas de la capital. Alrededor de las 7h (horario local), unidades policiales comenzaron a romper las barricadas. La televisión transmitió al vivo las escenas de brutal represión. La policía lanzó bombas de gas lacrimógeno, chorros de agua y granadas paralizantes. Manifestantes lanzaron piedras y cocteles molotov contra las tropas del gobierno. Centenares quedaron heridos en ambos lados. Por lo menos tres personas murieron durante las escaramuzas. El Ministerio Público de la Ucrania confirmó que dos de los muertos eran manifestantes, alcanzados por tiros fatales.
En esta altura de los acontecimientos, un sindicalista ucraniano concedió entrevista a la radio Asheville, con base en la Carolina del Norte (USA), en que declaró:
“Es necesario distinguir entre los dos Euromaidans [término ampliamente utilizado por el monopolio de la prensa, sobre todo su brazo europeo, para referirse a las protestas de masa en la Ucrania]. El primero comenzó el día 21 de noviembre, cuando participaron personas de clase media, que en su mayoría querían la firma del acuerdo con la Unión Europea. Sin embargo, hoy, dos meses después, el común de la gente que está en las calles está preocupada con cuestiones mucho más prácticas, como la brutalidad de la policía, que fue visible en la noche de 1º de diciembre y, en general, nadie está satisfecho ni con el gobierno ni con el presidente”.
Pugna y negociado
En 26 de enero, partidarios de la oposición ocuparon el edificio del Ministerio de la Justicia ucraniano, de donde se retiraron un día después. El día 28, con decenas de miles de personas en las calles protestando, el parlamento decidió retroceder, revocando las leyes antiprotesto. El mismo día el primer-ministro Mykola Azarov presentó su renuncia, y cargos en la gestión de la semicolonia fueron ofrecidos a la “oposición”.
Se trata de un nuevo arreglo de las clases dominantes – unidas en la idea de someter el país al imperialismo, pero divididas en la preferencia por las potencias a las cuales servir – delante del rumbo radical y contestatario asumido por las manifestaciones de masa y de la escalada de la violencia en el país. Una conformación para ohora, objetivando nuevos embates para después, siempre con el escenario político balizado por la disputa imperialista. “Pan para hoy, hambre para mañana”, como fue el acuerdo cerrado por el imperialismo yanqui y por el imperialismo ruso para aplazar el ataque a Siria en octubre del año pasado.
Y por hablar de Siria
Y por hablar de Siria, otra nación en el ojo del huracán de las disputas imperialistas por la repartición del mundo – en proporciones infinitamente más graves y dramáticas de las que actualmente ocurren en la Ucrania – en la conferencia de Ginebra-2, en la Suiza, en 22 de enero último, el secretario de Estado de USA, John Kerry, afirmó que no había “cualquier posibilidad” de Bashar Al-Assad permanecer en el poder.
Antes de la reunión, el gobierno sirio reiteró su rechazo a la propuesta de formar un gobierno de transición como parte de la solución política para la guerra civil en el país. Ya la “oposición” siria, financiada por USA, anticipó que vetaría la presencia del actual presidente Bashar al-Assad y de cualquier persona de su entorno en un eventual gobierno de transición.
Esas negociaciones entre fuerzas (todas ellas enemigas de las masas de aquella nación) se dan en medio a bombardeos y masacres del pueblo sirio, que vive bajo dos fuegos: el de las tropas mercenarias financiadas por el imperialismo yanqui y el de las fuerzas de represión del Estado fascista.
En la Siria, como en la Ucrania, no cabe a los pueblos de esos países, a los demócratas y revolucionarios, optar por un lado de la contienda interimperialista por el botín de esas semicolonias, pero sí rechazar y combatir ambos. Urge, en la Siria y en la Ucrania, como en otras partes del mundo, barrer el fascismo y la dominación imperialista.
Como AND afirmó en el editorial de la edición 117, el imperialismo es la guerra:
“En momentos de crisis aguda, como ahora, los acuerdos de división del mundo celebrados anteriormente pasan a no satisfacer los interesados, se conforman bloques e invariablemente sobrevén la guerra para que la repartición sea hecha por los vencedores”.
“Así, lo que pasa en la Siria debe ser comprendido de la misma manera. Primero, se trata de una lucha entre bloques imperialistas por su dominación. De un lado figuran básicamente USA y las potencias de la Europa occidental, con complicidad en las cautivas monarquías árabes; del otro la Rusia, China y aliados como Irán y Corea del Norte. En esos dos campos, a no ser por sus pueblos que condenan la guerra, no hay nada además del interés en apoderarse de la Siria toda o de un pedazo del país”.
Sólo a la luz de esa comprensión histórica es posible comprender con claridad lo que pasa en la Ucrania y en la Siria.