Sólo un gran desorden puede crear una nueva gran orden

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Sólo un gran desorden puede crear una nueva gran orden

Manifestantes protestam na Assembleia Legislativa do estado do Rio de Janeiro, 17 de junho de 2013.

El desorden es la negación de determinada orden o, para usar un término en boga, es la desconstrucción de la orden. El obstinado empeño de los monopolios de comunicación en hacer a todo coste y por todos los medios la defensa de la orden vigente expresa bien la medida de su compromiso inenarrable con ella.
¿Cuál es la orden?

En una sociedad de clases antagónicas, es el carácter de clase del Estado que expresa la orden vigente, es decir, la dominación de determinada o determinadas clases.

Específicamente, tratándose de Brasil, el Estado burgués-latifundista servil del imperialismo es que encarna la orden, la vieja orden reaccionaria que ahí está. Ese Estado, como guardián y mantenedor de esta vieja orden, tiene en el aparato policial-militar la institución que más concentra su esencia genocida y en las demás el aparato político/jurídico/administrativo que da legalidad y justificación de la explotación y opresión de la gran mayoría de la población por un puñado de parásitos, los propietarios de los medios de producción y burócratas a su servicio.

Orden vigente de espoliación de las tierras de los pueblos indígenas, de los campesinos pobres y de los pequeños y medios propietarios; la superexplotación  del proletariado y del saqueo y vilipendio de la nación por el imperialismo, principalmente yanqui.

Cuando las masas se levantan y toman las calles de las ciudades y por todo el país, transformando en llamaradas su odio reprimido, los defensores de esa caduca orden, teniendo a la cabeza la Red Globo y demás facciones del monopolio de prensa, utilizan todo su arsenal de improperios para condenar el comportamiento de los que no aceptan más vivir sometidos por ella.

Como siempre, los monopolios de comunicación vociferan la más abominable condena del pueblo insurrecto, por lo tanto, en nombre de banqueros, contratistas, agentes de transnacionales, latifundistas, políticos corruptos, burócratas, aristócratas del sindicalismo y toda una corte de chupamedias  que parasitan el “movimiento social” cooptado.

El desorden en la historia

La historia de la lucha de clases es la historia de la lucha de los que quieren mantener la orden contra los que quieren subvertir la orden. Fue en cuanto Spartacus, liderando la invasión de los latifundios y liberando los esclavos, formó el gran ejército que, aun siendo derrotado, estremeció las bases de la orden esclavista romana del “implacable” imperio, rasgando el camino para el surgimiento de una nueva orden, la orden feudal. Esta por su parte, sostenida en el poder de la iglesia católica y de los señores de tierra, fue sacudida por los desórdenes provocados por las guerras campesinas y por las reformas protestantes hasta su liquidación violenta por las revoluciones burguesas, cuyo ápice fue la Revolución Francesa que decapitó monarcas, cardenales y señores feudales, imponiendo la república democrática bajo la consigna de libertad, igualdad y fraternidad.

La orden burguesa, después de cumplir un papel progresista con la liquidación de los regímenes feudales y gran salto de la ciencia y de la técnica, consolidó el régimen burgués de la esclavitud asalariada, haciendo surgir y agudizar la contradicción con el proletariado industrial por él explotado. Esta contradicción entre burguesía y proletariado modernos, cuyo carácter antagónico expresaba la lucha entre los defensores del mantenimiento de la orden burguesa y los defensores de su derrumbada.

La Comuna de París fue el gran desorden desencadenado por el proletariado como ensayo general de la revolución proletaria mundial para la derrocada de la orden burguesa. Esta heroica batalla del proletariado francés incentivó la clase en el mundo entero a osar asaltar los cielos. Y este sistema, al pasar del régimen de libre competencia al de los monopolios, agotó cualquier resquicio de carácter revolucionario y progresista, prevaleciendo desde entonces solamente su naturaleza reaccionaria, la violencia no más para la libertad, pero para la reacción en toda la línea, no más solamente la explotación de los trabajadores de su país, sino el reparto del mundo entre las potencias para pillaje voraz de la mayoría de las naciones y subyugación de sus pueblos.

Fue en cuanto la burguesía imperialista prevaleció teniendo que confrontar todo el tiempo con la resistencia y la revolución proletaria en sus países y las guerras de liberación de las naciones y pueblos oprimidos. Fue con el ímpeto de los levantamientos e insurrecciones obreras acumuladas en todo el mundo que el proletariado en la Rusia y en la China, además de otros países, mostraron la posibilidad concreta de establecer la orden socialista, colocando por primera vez en la historia de la lucha de clases la inversión de la contradicción entre opresores y oprimidos, pasando la clase obrera a la condición de clase dominante y la burguesía a la de clase dominada.

Las primeras experiencias de la orden socialista, con la socialización de los medios de producción, eliminaron las relaciones de producción capitalistas, liberaron las fuerzas productivas impulsando como nunca su desarrollo, elevaron la conciencia de las masas trabajadoras emancipadas y ensayaron los primeros pasos en la superación de las contradicciones entre ciudad y campo, entre clase obrera y campesinos, entre el trabajo intelectual y manual y de la opresión milenaria de la mujer, expresiones de la contradicción antagónica de clases entre proletariado y burguesía y de la lucha entre el camino socialista naciente y el capitalista en desaparición, en el camino de liberación del hombre del reino de la necesidad rumbo al reino de la libertad.

Los desórdenes y maquinaciones desarrollados dentro y fuera de esos países por la burguesía llevaron a la usurpación del partido y del Estado del proletariado por los revisionistas, la pérdida del poder por el proletariado y a la restauración de la orden burguesa en la URSS, en la China y en los demás países de democracia popular. La restauración del capitalismo, trayendo la explotación y la miseria para la mayoría del pueblo de estos países, al contrario de probar la imposibilidad del socialismo de satisfacer las necesidades fundamentales de las masas, confirma que, definitivamente, el capitalismo no tiene la menor posibilidad de atenderlas.

A quien interesa el desorden

En nuestro país, todos los que, aunque en grados diferentes, sufren la iniquidad de la orden burguesa-latifundista servil del imperialismo, tienen interés en liquidarla. Principalmente el proletariado y los campesinos pobres, que experimentan todo el furor de la explotación y opresión de la burguesía y del latifundio han promovido desórdenes, como huelgas y tomas de tierra, en un proceso permanente de aprendizaje para la realización de mayores desórdenes.

También los funcionarios, los profesores, los profesionales de salud, los jubilados, los pequeños y medios propietarios de tierra, los pequeños y medios comerciantes, industriales y prestadores de servicios, todos ellos sometidos a la explotación bajo las formas de bajos salarios, impuestos extorsivos y pérdidas de derechos, tienen interés en la liquidación de la orden y, por lo tanto, promueven desórdenes localizados con tal finalidad. Sin embargo, aún en el plano económico, pero, sin resolver la cuestión del poder.

Hay aún los miserables, los desvalidos, los habitantes callejeros, los que fueron expropiados de la propia perspectiva y la noción misma de lo que es vivir, verdaderos subproductos, residuos de esa vieja orden.  Todas estos, casi doscientos millones de seres explotados y oprimidos, sufocados y fustigados en su cotidiano por la miseria, por la represión policial y futuro incierto, sólo de movilizarse llenan de pavor los dueños de esa vieja y empodrecida orden y sus defensores de turno.

La juventud, sin embargo, que en este instante emprende un desorden generalizado en gran medida de las capitales y ciudades del país, por ser sometida por esa vieja y caduca orden a una total falta de perspectiva en cuanto a su futuro, de repente se transforma en tropa de choque de un proceso que, ciertamente, traerá para las calles todos los demás sectores interesados en destruirla por completo.

Por una nueva gran orden

Es bastante animador ver la más nueva generación de nuestra bella juventud ocupar las calles y plazas del país, ejercitando sus primeros pasos en el empleo de diferentes formas de lucha, inclusive la de la violencia revolucionaria. Juventud de la generación que ha probado el amargo e intragable oportunismo más nefando de las prácticas políticas de las últimas décadas y la generación más nueva que ha asistido con escepticismo el discurso mofado y las prácticas más asquerosas de la politiquería, de la farsa electoral, del simulacro de Estado democrático de derecho, explotaron en rebelión.

Delante de las balas de goma y de plomo, de los gases de pimenta y lacrimógeno, caballerías y perros, cachiporrazos y patadas de la policía en la represión de sus protestas, irá inevitablemente, poco a poco, y por saltos, comprendiendo la necesidad no sólo de organizar grandes movilizaciones, pero pasar a formas de organización asentadas en principios clasistas y programas que den cuerpo a su movimiento y la politización necesaria para definir sus objetivos en términos de la solución de la cuestión del poder. Al fin de cuentas, como vimos arriba, la vieja orden tendrá que ser derrumbada para ceder lugar a una nueva orden que exprese el poder popular y una nueva y verdadera democracia.

El desabrochar del desorden espontáneo de las masas necesita evolucionar para formas organizadas de desorden, además de construir en el desarrollo de la lucha una dirección que norteé en el camino de la revolución.

No existe otro camino para atender a los anhelos de las amplias masas oprimidas y explotadas de nuestro país que no sea el de la revolución democrática, antiimperialista e ininterrumpida al socialismo. Esta revolución será, ciertamente, el gran desorden que llevará al surgimiento de una nueva gran orden en nuestro país, el Brasil Nuevo.

Traducciones: [email protected]

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