En el litoral Somalí, centenares de toneles con basura atómica e industrial, dejados clandestinamente por navíos provenientes de países ricos, sueltan contaminantes que provocan enfermedades y malformaciones en la población.
Contêineres de lixo tóxico foram lançados à praia pelo tsunami de 2004
Actualmente, Somalia sólo es noticia en el monopolio de los medios de comunicación cuando el asunto es piratería. Pero, ¿por qué un pueblo tradicionalmente pescador pasaría a secuestrar navíos internacionales? ¿Cuál es la historia de este país? ¿Cómo viven sus habitantes?
Situada en la región conocida como Cuerno de África, Somalia nace en 1960 como fruto de un acuerdo entre las potencias colonialistas Inglaterra e Italia. Tras un periodo de relativa tranquilidad, conflictos internos llevaron a la guerra civil y, en 1991, el gobierno central como tal desaparece, dando lugar a señores de la guerra que dividen el poder fragmentado en regiones, pero sin cesar la violencia. En 1992, la ONU inicia una “misión humanitaria” encabezada por USA. Pero, dos años después, los yanquis desisten (esta historia es contada a la manera de ellos en la película La Caída Del Halcón Negro) y la ONU continúa hasta 1995, cuando también se retira.
Somalia sale de la prensa internacional y sólo vuelve a ser recordada con la denuncia de secuestro de navíos. Según esas informaciones, los señores de la guerra, junto a ex-pescadores, se habrían asociado para cometer crímenes.
Lo que no se cuenta es que, aprovechando la falta de una guardia costera local, grandes navíos de pesca de diversos países pasaron a barrer sus aguas, dejando sin chance los pescadores somalís con recursos rudimentarios. Otro hecho importante es que, hace años, la población comenzó a sufrir malformaciones, cáncer y otras enfermedades típicas de contaminación. El tsunami de 2004 trajo la respuesta: las olas gigantescas lanzaron en las playas de Somalia contenedores sin identificación, llenos de basura tóxica. Era evidente que durante años navíos venían soltando esos toneles en la costa. Lo que se imaginaba es que navíos hubieran lanzado esa carga letal aprovechando el caos reinante en Somalia. Pero el documental Toxic Somalia, de Paul Moreira, transmitido por la TVE española, propone que eso es algo mucho más organizado, sigue las pistas de traficantes internacionales y nos sugiere sus vínculos con gobiernos de países industrializados.
El equipo del documental llega a Somalia. Se transporta en una camioneta con fuerte escolta armada, ya que existe el peligro de ser atacada por los diversos grupos en conflicto. Se dirige a una ciudad costera donde tiene noticias de la presencia de los toneles. El lugar es dominado por un grupo que ejerce la “piratería”. En las aguas próximas, yace un superpetrolero coreano hace meses secuestrado. Los habitantes explican que pasaron a atacar navíos porque no era más posible pescar ni obtener otra fuente de supervivencia por causa de la contaminación y acompañan el equipo hasta algunos de los toneles.
Confirmada la existencia de los misteriosos toneles, se dirigen a la capital Mogadiscio para conversar con las “autoridades” del país. El llamado “gobierno” funciona refugiado en un bunker protegido por soldados ugandeses de la Unión Africana. No tiene el mínimo control sobre el territorio. El vice-premier los recibe y dice sólo tener noticias y fotos de los toneles, pero desconoce su procedencia y contenido y se dice impotente para investigar el caso. En Mogadiscio, también visitan un hospital que atiende los niños víctimas de malformaciones y enfermedades típicas de contaminación.
En la secuencia, el documentalista nos remite a marzo de 1994. Las tropas yanquis e italianas se aprontan para dejar Somalia. Una periodista italiana llamada Ilaria Alpi viaja para cubrir el hecho. En Mogadiscio, entrevista la población local, militares, autoridades y hasta el presidente Ali Mahdi, hombre de confianza de USA. Ella no entiende por qué el mayor ejército del mundo se acobarda ante un pequeño grupo rebelde. La incansable periodista no para de investigar y descubre que el gobierno de Italia regaló a la empresa Shifco de Somalia varios navíos de pesca. Ella percibe que esos navíos viajan frecuentemente a Europa, están en las manos de un grupo armado y, más importante: casi no traen pescado. Ilaria recibe la información de que estarían siendo transportados residuos tóxicos y va a entrevistar un señor de la guerra que comanda los barcos. Horas después de la entrevista, ella y su cámara mueren acribillados a balazos.
El caso en la época conmueve a Italia, que inicia una investigación sobre el tráfico de basura tóxica (prohibido desde 1992) y consigue elucidar una red que vinculaba el ex-presidente Ali Mahdi a un grupo dentro de Italia. Aun habiendo reunido harta documentación y escuchas telefónicas probando el tráfico, nadie fue punido.
El periodista Luciano Scalettari asegura que en Italia eso es una constante: las investigaciones sobre tráfico de residuos son interrumpidas cuando llegan cerca de figuras importantes y no es posible siquiera crear una legislación adecuada.
Otro entrevistado es Gianpiero Sebri, un ex-traficante arrepentido. Él cuenta que, en uno de sus muchos viajes, llevó basura nuclear al puerto de Puerto Príncipe, capital de Haití y, pocos días después, vio en el hospital filas de personas llenas de ampollas y sangrando. En 2008, decidió desistir del tráfico por causa del asesinato de Ilaria y pasó a cooperar con la división antimafia de Milán. Gianpiero denuncia que su grupo está montando una gran operación en Mozambique y ayuda en la infiltración de un policía para investigar la organización. Los traficantes disponen de un área enorme próxima a la capital Maputo y pasan a buscar grandes empresarios para proveer los residuos. Las grabaciones del policía infiltrado apuntan para personajes de alto nivel conectados al tráfico de armas, gánsteres y empresarios de USA y Europa. Queda demostrado que la falsa empresa de pesca Shifco traficaba armas y posiblemente residuos. Pero la justicia italiana decide que es muy peligroso mantener un policía infiltrado y desmonta la operación sin un acusado. Los traficantes, avisados, desisten del negocio en Mozambique. Giampiero es amenazado de muerte. Si siente traicionado y, desesperado, llama la prensa, denuncia a todos y así es él quien acaba siendo condenado por difamación.
El documentalista destaca que países industrializados mantienen navíos de guerra para cazar los llamados “piratas” somalís y ya detuvieron y mataron decenas de ellos, pero ningún industrial sospechoso de tirar basura tóxica ni siquiera fue acusado hasta hoy.