Subyugación nacional impide que hagamos vacuna contra Covid-19. ¡Vacuna para el pueblo, ya!

Subyugación nacional impide que hagamos vacuna contra Covid-19. ¡Vacuna para el pueblo, ya!

Desde noviembre de 2020, el pueblo brasileño asiste consternado al gobierno Bolsonaro/generales, con su títere Pazuello, desmandando en el Ministerio de la Salud para impulsar una cantidad de absurdos científicos. Inclusive, ellos amenazando funcionarios públicos con  la Ley de Seguridad  Nacional y sin  ninguna medida concreta adecuada para impedir el verdadero genocidio que se hizo la segunda ola de la epidemia de Covid-19 en Brasil. Como sus compinches fascistas que vienen promoviendo una campaña anti vacuna en el mundo hace algunos años, a través de movimientos  que se funden con la extrema-derecha política, hasta recurren a críticas a los intereses mercantiles de las grandes empresas farmacéuticas para justificar sus argumentos.

 

Por otro lado, lo que hoy se hizo la producción  de vacunas  dominada por los intereses de las grandes corporaciones farmacéuticas multinacionales (Big Pharma) autoriza todos a sospechar  de los intereses económicos por detrás de las  diversas vacunas que hoy disputan el mercado mundial.

 

No hay inocentes en esa historia. Hay víctimas, y muchas. Sin embargo, es preciso considerar las necesidades más amplias del pueblo para tener una visión más justa dentro de esta confusión de falsa ciencia e intereses económicos.

 

La vacuna, después de 1980, se hizo área de acumulación de capital de la Big Pharma (corporaciones del imperialismo)

 

Según investigadores brasileños (Gadelha et al, 2020), el mercado de vacunas  pasó por una gran transformación en las últimas décadas. La industria  de vacunas  hoy es  dominada por empresas líderes farmacéuticas globales (Big Pharma), lo que “viene elevando el coste para la adquisición de vacunas, especialmente las de última generación”. Las técnicas de producción  vienen cambiando: de virus  atenuados evolucionamos a vacunas  que tienen por base “mosaicos genéticos, construidos según modelos conceptuales que utilizan gran variedad de genes secuenciados y acumulados en bases de datos globales”. Tal evolución fue lo que permitió ese rápido desarrollo de las vacunas de Covid-19. Antes de ese periodo, instituciones públicas y universidades  eran los liderazgos del desarrollo tecnológico. Hoy la protagonista es la Big Pharma, financiada en gran medida por recursos públicos, que después son monopolizados por las empresas privadas bajo la forma de patentes. Eso las posibilita de imponer  precios de monopolio  durante el periodo de vigencia  de ellas. Están interesadas en producir vacunas para poblaciones ricas de los países dominantes para enfermedades como cáncer, neumonía e influenza (gripe), desatendiendo enfermedades típicas de países dominados como malaria y dengue.

 

Aún según Gadelha et al, en 2017, “sólo cuatro grupos económicos – GlaxoSmithkline (24%), Merck (23%), Pfizer (22%) y Sanofi (21%) fueron los responsables por aproximadamente 90% del total del valor lucrado con las ventas de vacunas  en el mundo”. Y aún, “el segmento de vacunas, en las últimas décadas, presentó una tasa  de crecimiento dos veces mayor de que la del resto de la industria farmacéutica” aunque, en 2018, aún representara 3,5% de la receta del sector.

 

En Brasil, los productos de la Big Pharma son mucho más caros de que las vacunas producidas en el país como la tríplice viral, fiebre amarilla, poliomielitis y BCG. Toda la producción  nacional es hecha por cuatro instituciones públicas – Bio-Manguinhos/Fiocruz, Fundación Ataulpho de Paiva  (BCG), Instituto Butantan y Fundación  Ezequiel Días (Funed).

 

El monopolio del desarrollo tecnológico por la Big Pharma ha resultado en el aumento del gasto con importaciones de vacunas: en 2010, el déficit de la balanza comercial (exportaciones menos importaciones) “registró un crecimiento del 308% – una consecuencia de la adquisición de   un único producto, la vacuna  contra H1N1 –, que pasó de poco  más de USD 300 millones [de dólares] en 2009 para más de USD 1,2 mil millones [de dólares]” (Gadelha et al, 2020). El desarrollo de   una industria privada de vacunas  también fomentó un mercado privado de clínicas de aplicación  de vacunas, principalmente de aquellas que aún no habrían sido incorporadas al Programa Nacional de Imunizações  público.

 

En este contexto que han sido realizados los esfuerzos para la producción  de emergencia de vacunas  para el enfrentamiento de la Covid-19. Gobiernos de países imperialistas, ante la enfermedad, invirtieron vultuosos recursos públicos en investigación y desarrollo. “Hubo la liberación  de recursos públicos para apoyar fases más avanzadas (clínicas) de desarrollo  y la urgencia  en el desarrollo de vacunas  hizo incluso  con  que gobiernos pasaran a financiar la construcción  de instalaciones  fabriles en empresas, así como  anticipar compras de productos  aún inexistentes en su forma comercializable” (Gonçalves, 2020). Este fue el caso de las vacunas de la Fiocruz y Butantan  en asociación con las multinacionales AstraZeneca (británica) y Sinovac  (china). A nivel de las agencias multilaterales (Unicef, OMS, Banco Mundial) recursos financieros fueron carreados a través del Covax (Fondo Global para Acceso a las Vacunas – CovaxFacility) “para la rapidez en el desarrollo de vacunas  contra el SARS-CoV-2 destinados a todo el mundo”.

 

Recursos públicos esos que serán monopolizados por las grandes farmacéuticas. La organización  Médicos sin Fronteras, por ejemplo, denuncia la falta de transparencia  de ese mecanismo y exige que el precio de estas vacunas sea equivalente al coste de producción. Países exigen la quiebra  de las patentes de esas vacunas, lo que el gobierno de Bolsonaro /generales se posicionó contrario.

 

A la disputa de mercados entre los oligopolios de quienes  irían a producir las mejores vacunas, se suma, en Brasil, la disputa política entre Bolsonaro y Dória  apuntando las elecciones de 2022 para ganar la opinión  pública sobre la mejor  vacuna, si aquella de la Astrazeneca, si aquella de la Sinovac. Pero la cuestión  principal es: pagaremos caro por las dos,  Brasil no invirtió en una producción autónoma. Hasta porque no desarrollamos la tecnología  más moderna de la Covid-19 (que usa como base vacunas de otros  virus) por la situación  de subyugación  nacional de los gobiernos que presidieron Brasil. Mejor aún, sería si desarrollásemos tecnologías propias. Pero nuestro gobierno dominado por intereses comerciales del latifundio agrario-exportador, que quiere mantener el país como productor de soja y carne, no tiene ningún brío al defender las patentes de vacunas  en una enfermedad que amenaza muchas vidas para agradar a sus  maestros imperialistas.

 

 

 

El movimiento anti vacuna: Bolsonaro/generales asumen su neomalthusianismo

 

Desde algunas décadas que crece mundialmente un movimiento antivacuna con ninguna base científica y acusando la Big Pharma de promover intereses ni siempre compatibles con  la seguridad de las personas. Hay datos de la realidad: las vacunas tradicionales desarrolladas principalmente por órganos públicos y con  distribución y coberturas universales tuvieron  la capacidad de extinguir enfermedades (viruela, sarampión, poliomielitis) en varias partes del mundo, inclusive en Brasil. Al contrario del desarrollo tecnológico más reciente, especialmente de la influenza (como ya dicho, asemejada con  el coronavirus). Su vacuna tiene una eficacia más pequeña y las constantes mutaciones del virus implican también en una constante adaptación de la vacuna, lo que es excelente para los intereses mercantiles de los fabricantes que producen anualmente un producto diferente y adaptado a esas  mutaciones.

 

La realidad, sin embargo, es contradictoria: en el cómputo general, se puede atribuir a campañas  bien sucedidas y completas  de vacunación  la caída de la mortalidad de la población en la segunda  mitad del siglo XX. Aunque la ciencia  esté dominada por intereses del gran capital, ella es efectuada por científicos, trabajadores que por  su inserción social no son necesariamente alineados al capital. La lucha  de clases  y la competición  entre los oligopolios también implican la exigencia  de fiscalización  por el Estado de lo que se produce.

 

¿Que estaría por detrás de esta   manipulación de sentimientos  de desconfianza  con grandes empresas lucrativas por parte de capas principalmente de la clase media, con miras a  que la extrema-derecha política se aproxima de esos movimientos antivacuna? Se ve eso, por ejemplo, en Polonia y en  bases sociales de Bolsonaro. ¿Podría estar el neomalthusianismo orientando ese movimiento, o sea, la vuelta de la perspectiva de Malthus, pensador del siglo XIX que decía que la población  crece de forma geométrica y los alimentos de forma aritmética, resultando en una conclusión de la necesidad de eliminar parte de la población? Esa tesis fue combatida por Marx, que decía que el problema está en la apropiación  de los medios de producción  por una clase propietaria y que la ciencia  podría permitir la producción  compatible de alimentos para una población que estaría hoy, inclusive, con tasas declinantes de crecimiento.  De cara a la  crisis de superproducción  actual del capitalismo, donde cuotas cada vez mayores de la población son excedentes para el capital, sea como reserva de fuerza  de trabajo, sea como consumidores, no es absurdo suponer que la extrema-derecha quiera eliminarlas. Hitler ya lo hizo.

 

Varias prácticas indican eso. Citemos algunos ejemplos en Brasil: dejar que las personas se infecten masivamente , pues nunca hubo programa decente de aislamiento  social con renta garantizada y acceso  al aislamiento para quien  no pueda hacerlo en casa; estimular aglomeraciones en transportes colectivos que no fueron ampliados y en  servicios (bares, discotecas), estando hasta Bolsonaro entre los aglomeradores; criticar el uso de máscaras diciendo que las personas son cobardes; subestimar la enfermedad  llamándola de gripiña ; no ampliar permanentemente hospitales; dejar profesionales de salud  sin salario (ex: municipio de Río de Janeiro); y no  hacer nada para apresurar la vacunación  – el Ministerio de la Salud no compra jeringas, haciendo cuerpo ignorando la oferta de la OMS. ¿Todo eso, no es querer que las personas mueran? ¿Principalmente los más vulnerables que están fuera del mercado de trabajo  y pesan  en las cuentas de los seguros? Por más que la eficacia  de las vacunas hasta entonces desarrolladas no se equivalga a la vieja  vacuna Sabin, es lo que tenemos ahora. Sólo una vacunación masiva, inclusive, puede garantizar una protección mayor a la población.

 

Claro que los generales tienen  la preocupación central de no  perder el control de la orden ante una rebelión en potencial. Toman medidas, sin embargo, tardías e incompletas para minimizar los impactos sobre el “sacrosanto” gasto público (¡ese que va para los bancos!). No gastaron la  mayor parte de los recursos de emerdencia destinados a Covid-19 en 2020. Quieren que las clínicas privadas vendan vacunas para reducir el gasto público y promover los logros de estas empresas. No colocan sus recursos a disposición del combate a la epidemia. ¿Dónde están los hospitales de campaña  como el de Roraima y los navíos-hospitales para atender el actual genocidio en Manaos? Dejan faltar oxígeno. Recomiendan remedios sin respaldo científico como la cloroquina y la ivermectina , diciendo que ellos previenen Covid-19!!!.

 

Es posible, sí, ser genocidio neomalthusiano premeditado. El Japón, en la II Guerra Mundial, decretó, para contener el avance de las fuerzas lideradas por Mao Tsetung en el norte de China, la Política de los “Tres Todos” – Queme todo, Matar todo y Saquear todo. Sabemos el resultado: derrota arrasadora de Japón, revolución democrática en 1949.

 

 

 

La falta de  un horizonte seguro de vacunación

 

El espectáculo televisado por la Globonews, en 17/01/2021, de la reunión de la dirección colegiada de la Anvisa apuntando la aprobación  o no  de las vacunas confirma los análisis que el Periódico A Nova Democracia viene haciendo. Mucha gente creía que la Anvisa  no aprobaría el uso emergencial, tendiendo a alinearse  a las posiciones de la extrema-derecha (Bolsonaro y aliados). Lo que prevaleció, sin embargo, fue la defensa de la orden, la posición  de la derecha asegurada por el Alto Mando de las Fuerzas Armadas sobre Bolsonaro, el débil. Aunque la Anvisa  haya colocado exigencias, donde cabe ver que son indebidas comparadas con las exigencias de otras  agencias reguladoras internacionales y señalando  inclusive que, en 2018, la vacuna  de la influenza (gripe) con registro en Brasil presentó una eficacia del 25%1, al contrario de las eficacias aproximadas del 50% y 70% de las vacunas contra el coronavirus en cuestión.

 

Cuestiones deben preocupar todos los defensores de la salud del pueblo y científicos  que tienen por norte los intereses nacionales.

 

El impacto de esta medida preventiva sobre la enfermedad  depende de   una vacunación masiva, principalmente llevando en cuenta su eficacia no tan alta, una cobertura que se aproxime del conjunto de la población. Esa no está prevista aún. O hay  una planificación de medio  plazo, incierto, que crea en los investigadores preocupaciones con  la mutación del virus de modo que la vacuna  pierda su eficacia. El pueblo tiene que estar alerta y exigir vacunación para todo el pueblo ya.

 

La vacuna, sola, principalmente en este escenario donde poca gente tiene acceso no puede ser una medida aislada: hay que persistir en el uso de máscaras, distanciamiento e higienización  de los ambientes y manos .

 

Finalmente, vemos el triste episodio del atraso de entrega de los ingredientes farmacéuticos activos de las vacunas del Butantã y de la Fiocruz, lo que crea una inseguridad de cuándo  habrá la producción  y aplicación  en Brasil. Nada está garantizado. Lo que confirma nuestra política de subyugación  nacional. El Brasil necesita desarrollar una capacidad de desarrollo  tecnológico autónomo y producción  propia de vacunas  en  general para no quedar en las manos de los precios de monopolio  de la Big Pharma. Dejar de ser envasador (montador) de vacuna. Tenemos recursos humanos y dinero  para eso.

 

Río de Janeiro, 18 de enero de 2021

 

 

 

*Maria de Fátima Siliansky de Andreazzi  es Presidente del Centro Brasileño de Solidaridad  a los Pueblos (CEBRASPO), Profesora Adjunta de la Facultad de Medicina y del Instituto de Estudios  de Salud  Colectiva de la UFRJ.

 

 

 

Nota:

 

    https://brasil.elpais.com/ciencia/2020-09-01/vacina-da-gripe-nao-supera-50-de-eficacia-apos-decadas-de-aperfeicoamentos.html

 

Referencias bibliográficas

 

Gadelha, CAG et al. Acceso aa Vacunas  En Brasil En el Contexto De la Dinámica Global Del Complejo Económico-Industrial de la Salud. Cad. Salud Pública 2020; 36 Sup 2:y00154519.

 

Gonçalves, R. Vacuna antiCovid, un mirar de la Salud Colectiva. Ciencia & Salud Colectiva, 25(9): 3579-3585, 2020.

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