La crisis política — que se agrava por la disputa entre los grupos de poder atrincherados en los tres poderes de la república, y que sobre la base de la crisis económica (crisis del capitalismo burocrático) ya se transformó en una lucha encarnizada — es expresión de la pugna entre las fracciones burocrática y compradora de la gran burguesía local, en que ambas pretenden atraer para sí la clase de los latifundistas, cuyo apoyo decidirá quien domina más el aparato de Estado a su beneficio y por servir más al imperialismo, principalmente yanqui.
La lucha en el campo de la política, con los golpes revelados por la Operación “Lava Jato”, con las altercaciones envolviendo gobernadores, diputados, senadores, jueces, procuradores, ministros de tribunales superiores y el monopolio de prensa, con acusaciones, delaciones, fugas, traiciones y rupturas, es donde ella se manifiesta de modo más dinámico.
Las siglas partidarias o sus políticos — que conforman tales grupos de poder y representan una u otra de estas fracciones de las clases dominantes locales — se sirven de las estructuras de las instituciones del Estado bajo su control para golpear sus contendientes. Sin embargo, por detrás de la Operación “Lava Jato” maniobrada por la mano del imperialismo yanqui que quiere salvar su sistema de dominación, haciendo, para tanto, una limpieza en las instituciones desmoralizadas y desacreditadas del viejo Estado, desenmascarando y puniendo las cúpulas de sus partidos, además de los tecnócratas y empresarios que les viene dando soporte a través de la corrupción en la gestión de la cosa pública. Intentan, con eso, convencer la opinión pública de que el problema no es del sistema empodrecido, pero sí de los individuos políticos.
En el parlamento, Temer, cumpliendo las órdenes imperialistas, y sirviéndose de la vieja política del “es dando que se recibe”, va empujando cada vez más con dificultad su base aliada, aún más ahora, tras la ruptura con Renan Calheiros delante de la sanción de la “PEC” de la Tercerización y de otras medidas sin audiencia del senado, donde también se enfrentan los grupos de poder de las fracciones de las clases dominantes.
El anuncio de encuestas de opinión indica aquello que algunos generales comentaban sobre la posibilidad de su salida, si la cosa se agravar. De cualquier manera, el parecer del relator del Tribunal Superior Electoral sobre la elección de Dilma-Temer es por su derogación, todo viniendo a depender de lo que decida el mercado (léase bancos, FMI, Banco Mundial y especuladores en general). El descrédito de los políticos, de las empresas y de las instituciones aumenta con cada delación. Y, con las denuncias contra Aécio, y caso Cabral y Cunha también hagan delación premiada de todo lo que saben, ante la desesperación de reducir sus penas, tendremos un material muy superior que el de la “delación del fin del mundo” de la Odebrecht.
En el campo de la economía, por su parte, la crisis sigue profundizándose a cada anuncio de los índices de desempleo, siempre en elevación, de crecimiento negativo del país, de bancarrota de las pequeñas y medias empresas, de los fabulosos logros de los bancos y de la desnacionalización de tierras y minas. Contrastando con este cuadro, vemos el parloteo de economistas y emisarios del monopolio de la comunicación, vasallos del mercado, prometiendo maravillas caso las medidas de ajuste imperialista sean implementadas. Lejos de sus deseos e ilusiones, la actual crisis, por su prolongación y síntomas, ya se caracteriza como crisis no sólo en el sentido meramente económico, y sí como crisis general del capitalismo burocrático secularmente enfermo y agonizante, en medio de la crisis general del imperialismo.
Verdugos
Tales medidas constantes del recetario imperialista, para ser implementadas, necesitan de manos que la manejen con la rapidez igual a las del verdugo en el manejo de la hacha, de la horca o de la guillotina.
El maquillaje de esa crisis por el oportunismo petista para garantizar la reelección de Dilma Rousseff, atrasándose en las medidas del ajuste fiscal impuesto por el imperialismo, llevó a que la inevitable crisis económica explotase en medio a la crisis política de las disputas de fracciones, abriendo camino para su sustitución por la pareja Temer y Meirelles en la gestión del Estado. Con el único objetivo de que dócilmente Temer actuara en la política, transformando en ley lo que el apátrida Meirelles, encargado por el FMI y por el Banco Mundial, aplicase el arsenal de medidas de ajustes. Así, profundizando más aún la explotación y padecimiento del pueblo, así como la sumisión nacional.
El impeachment de Dilma no estaba en el plan imperialista, ya que ella hacía con aplicación su política. La deposición fue, en verdad, producto de la propia crisis política y de las pugnas de los grupos de poder dentro de ella. Sin embargo, la enmienda resultó mejor que el soneto, ya que para el desempeño de esa misión de esfolar el pueblo, los vende-patrias Temer y Meirelles son más aptos. Ambos ya debidamente experimentados y calificados en gestiones como las de FHC y Luiz Inácio, por sus cualidades de subordinados a la política y dictámenes de las agencias del imperialismo.
Medidas, tales como limitación de los gastos públicos, condición para renegociar deudas de los estados, repatriación de dinero colocado indebidamente en el exterior (corrupción), liberación de los recursos de las cuentas inactivas del FGTS, fin de las exoneración de la nómina salarial de empresas con uso intensivo de fuerza de trabajo, liberación de mil millones de reales para los ganaderos tras la Operación “Carne Débil”, para no hablar de las contrarreformas antipueblo de la Sanidad y Laboral, incluida la Tercerización. Todas embuten los intereses imperialistas, principalmente de la fracción compradora de la gran burguesía y del latifundio.
Sin embargo, a pesar de golpear duramente el pueblo aumentando tanto la tasa de explotación y más-valía, drenar los recursos extorsionados de la población para los banqueros y el “agronegocio” y cortar brutalmente en el presupuesto de las áreas sociales ya extremadamente críticas y caóticas, tales ajustes van revelándose inocuos para la vieja orden en el alcance de sus objetivos falaces de “reactivar la economía”, de “retomar el crecimiento”, de “generar más empleos” y de “sanear las finanzas públicas”, frente a la colosal crisis económica y falencia de las finanzas del viejo Estado, dentro de la crisis general del imperialismo.
Crisis general del imperialismo y la condición semicolonial y semifeudal
Hemos afirmado la condición semicolonial y semifeudal de nuestro país, observando la definición de Lenin según la cual, con el surgimiento del imperialismo, el mundo se quedó dividido entre un puñado de naciones opresoras y una inmensa mayoría de naciones oprimidas y explotadas, siendo estas divididas entre colonias y semicolonias.
Las semicolonias, como es el caso de Brasil, son constituidas por Estados que en la apariencia son soberanos, pero en esencia son dominados por el imperialismo, que ejerce su dominación a través de clases dominantes lacayas, a las cuales disputan entre sí los puestos de mando de las instituciones estatales como el ejecutivo, el legislativo y la judicatura, colocándolos al servicio de sus intereses de clases explotadoras. Así, afirmamos ser el Estado brasileño un Estado burgués-latifundista, servil del imperialismo.
Históricamente, en Brasil, desde los tiempos imperiales bajo el semicolonialismo inglés y, después del surgimiento del imperialismo, bajo dominación inglesa y, posteriormente, yanqui, los “gobiernos” — en verdad, gestiones de turno — han conducido el país bajo las riendas de la sumisión nacional, que es la política impuesta por el imperialismo, para que los países semicoloniales/semifeudales lo sirvan como economía complementaria.
En los momentos de crisis profunda como la que eclosionó a partir de 2008, el imperialismo aumenta su avidez sobre las colonias y semicolonias en la búsqueda de mantener sus ganancias a cuesta del mayor saqueo de las mismas, directamente, acaparando aún más sus recursos minerales, por el control y extorsión del presupuesto nacional y por la retirada de derechos de los trabajadores. Todo para elevar la tasa de explotación con la consecuente elevación de sus logros.
Situación revolucionaria en desarrollo
Podemos afirmar que la crisis en la economía produce la pugna entre los grupos de poder representantes de las fracciones de las clases dominantes, abriendo una crisis política que en su profundización termina por envolver la sociedad de cima a bajo. Esa pugna por el control del aparato de Estado, por ganar más o perder menos, se radicaliza, mientras que, para enfrentar la crisis económica, aumentan el grado de explotación sobre las masas, las cuales, por su parte, se rebelan contra ese estado de cosas y son cada vez más reprimidas con creciente violencia.
Esa es la situación objetiva revolucionaria: los de cima no consiguen gobernar como antes y los de bajo no aceptan más vivir en las condiciones de la vieja orden.
Los de cima desencadenan una guerra civil reaccionaria contra el pueblo del campo y de la ciudad, que se lanza desesperadamente en la defensa de sus derechos pisoteados, respondiendo con tomas de tierra en el campo y protestos cada vez más belicosos en las ciudades.
Tal situación depende de la existencia mínima de una vanguardia revolucionaria determinada para que transforme las protestas y luchas de las masas en el campo y en la ciudad en acciones revolucionarias por la conquista del poder político. En perspectiva, los verdugos del pueblo no escaparán.