La condición del proletariado inmigrante en países imperialistas
Con las constantes guerras y saqueos promovidos por el colonialismo/imperialismo contra los países de tercer Mundo, que impusieron la condición semicolonial o colonial en tales naciones, se tornó común la migración de parte de las personas que en ellos viven, buscando mejores condiciones de vida. En consonancia con la Organización de las Naciones Unidas (ONU), existen cerca de 244 millones de migrantes en el mundo contemporáneo, y entre esos, cerca de 68 millones son refugiados de guerras.
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Varios de esos inmigrantes buscan refugio en los países dichos desarrollados, pues proporcionan los mejores índices sociales y económicos a sus ciudadanos. Sin embargo, al llegar a tales lugares, engañados por la ideología imperialista (que propaga el falso American Way of Life), se deparan con un tratamiento chauvinista, de humillación y explotación, teniendo que sujetarse a condiciones deplorables que más se asemejan a la servidumbre.
En USA, el mayor polo del imperialismo mundial, no faltan registros de esos casos. A pesar del actual gobierno de Donald Trump haber profundizado aún más la explotación y el desprecio a los inmigrantes, eso ya ocurría en gobiernos anteriores, como en el de Bill Clinton. La legislación yanqui, a pesar de haber (al menos, en el pasado) un mínimo cuidado con el trabajo inmigrante, la propia rigidez de la deportación deja brechas para que inmigrantes no busquen la justicia laboral y sean explotados por los empleadores estadunidenses.
Citando un artículo de Irene Zopoth Hudson y Susan Schenck: “Aunque los trabajadores ilegales tengan los mismos derechos sustanciales que los operarios documentados, la capacidad de los trabajadores ilegales de hacer valer esos derechos es limitada por el miedo de deportación y por el hecho de que los remedios son limitados o inexistentes. Los trabajadores ilegales enfrentan una ‘Catch-22’* cuando deciden si deben permanecer en silencio y sujetarse a la explotación o reivindicar sus derechos y sujetarse a la deportación. La percepción de los inmigrantes de la sociedad como fuente de trabajo y no como futuros miembros de la sociedad crea una subclase marginalizada de la población en general. Esa visión crea una clase vulnerable a la explotación por parte de empleadores.”
Un caso de explotación citado por el mismo artículo revela: “En agosto de 1995, oficiales del gobierno invadieron una fábrica de ropas en El Monte, California, donde los inmigrantes tailandeses eran mantenidos en condiciones análogas a la esclavitud y forzados a coser por sólo US$ 1,60 por hora. […] En la fábrica, los trabajadores vivían y trabajaban en un complejo cerrado cercado por alambre de púa y cercas clavadas. […] Un trabajador dijo que trabajaba diecisiete horas por día y dormía en un área de 28 pies cuadrados ‘en una colcha en el suelo, bajo una escalera, localizada cerca de equipamientos de costura’. Otra trabajadora dijo que trabajaba por 500 a 600 dólares por mes para pagar su deuda de 5 mil dólares debida a los contrabandistas que la trajeron para los Estados Unidos.”.
Como dicho antes, el actual presidente Trump amplió tal política a niveles xenófobos, proporcionando horrorosas escenas de “jaulas de detención” para inmigrantes, inclusive niños. En consonancia con el Departamento de Seguridad Nacional estadunidense, más de 2,3 mil niños fueron separadas de sus padres por el gobierno de USA entre abril y mayo del año pasado, entre esas, 49 brasileñas.
En el Reino Unido
De la misma forma en el Reino Unido, sobre todo en el actual gobierno, hay un completo descaso con la cuestión laboral para extranjeros, principalmente refugiados e ilegales. En una aparente tentativa de “beneficiar los trabajadores nacionales”, hay de hecho una política chauvinista virulenta, expresa en el permiso enmascarado al empleo de trabajo análogo a la esclavitud.
En consonancia con un estudio de Judy Fudge, publicado por la universidad de Oxford: “En vez de facilitar a los trabajadores el cumplimiento de sus derechos, el gobierno de coalición hizo el opuesto. Aumentó las exigencias de servicio para que los empleados pudieran protegerse y, al imponer tasas pesadas a individuos que buscaban hacer valer sus derechos laborales presentando reclamaciones a los Tribunales del Trabajo, creó barreras a la aplicación de la mayoría de los derechos laborales. Como resultado de su ‘Red Tape Challenge’, el gobierno de coalición redujo la financiación para los pocos órganos públicos responsables por imponer un conjunto muy limitado de derechos laborales. También revocó mecanismos como el Consejo de Salarios Agrícolas, que forzó patrones para algunos de los trabajadores más vulnerables, muchos de los cuales eran inmigrantes. En vez de eso, se concentró en el impacto de los ‘migrantes poco calificados’ en el mercado de trabajo de Reino Unido y, en 2013, encargó el Comité Consultivo para la Migración (MAC) de estudiar este ‘problema’. En su informe de 2014 intitulado Migrantes en trabajos poco calificados, el MAC concluyó que ‘la combinación de no conformidad y aplicación insuficiente puede llevar a casos de explotación grave, particularmente de grupos vulnerables, como migrantes’. También constató que ‘había un bajo nivel de fiscalización del mercado de trabajo en empleos de baja calificación’.”
Tal descaso ya había sido anunciado por la actual Primera Ministra Theresa May (en la época, integrante del gobierno de coalición, junto a David Cameron), al declarar en entrevista que el gobierno: “daría a los inmigrantes ilegales una recepción verdaderamente hostil”. También en consonancia con las autoridades británicas, hubo un aumento del 50% en los casos registrados de xenofobia y racismo desde la votación del Brexit.
En Francia, la situación no difiere. Como observado por el propio Tribunal de Cuentas de Francia, en 2004: “Privados de ciertos derechos esenciales y, en particular, del derecho de trabajar regularmente, los extranjeros ilegales son expuestos, conforme el caso, a la explotación por empleadores ilegales inescrupulosos, a la obligación de participar lucrativo, pero ilegal (muchas veces tortuoso, a veces criminal), o de la más desesperadora precariedad”.
La autora Valérie Lanier hizo varios estudios sobre la situación de los trabajadores inmigrantes en varias regiones de Europa, sobre todo en Francia, denunciando una serie de condiciones insalubres de los mismos. En consonancia con el artículo de Lanier, los extranjeros “deben contentarse con mazets [pequeña construcción rural] dilapidados, graneros convertidos sumariamente en dormitorios, caravanas empodrecidas, hasta cabanas surradas hechas en campo abierto […] Además de eso, ‘los trabajadores estacionales generalmente no son entrenados o informados sobre los riesgos (en relación a los pesticidas, etc.). Frecuentemente, no se benefician de ninguna supervisión médica específica y no poseen equipamientos de protección individual adaptados y mantenidos, además de los servicios públicos estar sistemáticamente ausentes’”.
Ese es el nivel de explotación y humillación al cual el proletariado inmigrante está sujeto en países imperialistas. Lejos de tener acceso a los bienes que le fueron robados durante las espoliaciones del primer mundo a su país, por el contrario, ingresa en una situación cada vez más precaria. Las masas del tercer Mundo inmediatamente se levantarán y destruirán tal barbarie, que aún hoy es mantenida por el tigre de papel, el imperialismo.
Notas
* Expresión que resume dilemas paradójicos donde toda solución es imposible por causa de las reglas del juego.