Tiranía es el nombre adecuado para designar el “gobierno mundial”, dirección para la cual avanza el imperio. En el campo de la información y de la comunicación, para alcanzar sus objetivos, la oligarquía tiránica:
1) Coloca al monopolio mediático y formadores de opinión para distorsionar los hechos o simplemente mentir;
2) arrasa las culturas nacionales, bases de la cultura universal, y destruye los valores que sostienen las civilizaciones; crea ideas falsas y las inyecta masivamente en las mentes de las personas.
De esas ideas forman parte ideologías, como:
1) la de que los mercados libres resultan en uso eficiente de los recursos disponibles y favorecen las economías locales y la economía internacional (liberalismo, monetarismo y otras);
2) la idea de que los bancos pueden ser controlados por sus dueños y accionistas privados sin que los gobiernos de los países no queden subordinados a ellos;
3) la idea de que la concentración financiera y económica, una vez constituida, puede ser controlada por el Estado y no implica necesariamente:
a) la destrucción de la competitividad en los mercados;
b) el no desarrollo de formas de energía, modos de transporte, tecnologías y productos necesarios al bienestar de la sociedad, inclusive en los alimentos y en el sector de la salud;
c) la supresión total de cualquier forma de democracia y de gobierno favorable a la sociedad.
4) la idea de que existe una comunidad internacional.
Esta sólo tendría cómo existir si las naciones se autodeterminasen y se interaccionasen en cooperación proficua para todas las partes implicadas. En realidad, no hay nación alguna autodeterminada: las propias sedes del imperio – Estados Unidos y Reino Unido (Inglaterra) – son dominadas por la oligarquía mundial, y las organizaciones “internacionales”, comenzando por las “Naciones Unidas”, no pasan de instrumentos al servicio de la tiranía globalista.
Desde el fin de la 2ª Guerra Mundial, además de la continua y siempre intensificada intervención de la media y de los formadores de opinión, prepagados y pospagados, los países de la periferia del imperio – principalmente el Brasil, en función de sus recursos naturales sin par – sufrieron presiones político-militares, inclusive golpes de Estado, para debilitar y desarticular el nacionalismo y el papel director del Estado en la economía.
Las campañas ideológicas regidas por el imperio asociaron el nacionalismo al fascismo, ideología que se presentó como nacionalista, pero nunca fue otra cosa que instrumento de los concentradores financieros mundiales.
En las periferias también predominan las dictaduras subordinadas al imperio angloamericano, con la diferencia de ser más sumisas a este de que las fascistas europeas. Estas hicieron el juego del imperio, aunque, en la apariencia, a él hostiles.
Actualmente, el Brasil necesita preservarse como nación, pues está a punto de desintegrarse, y eso sería desastroso para los que viven en el territorio nacional. No importa si el nombre de eso (preservar la Nación) es nacionalismo o no: es lo que tiene que ser hecho.
Dejo para artículos subsecuentes la exposición sobre lo que entiendo que deba ser hecho. Por lo pronto, interesa encarar el escenario mundial que se presenta con brutalidad nunca antes verificada, tanto en el campo económico-financiero como en el de las armas, cada vez más letales y criminalmente empleadas por las fuerzas al servicio de la tiranía.
Pueblos victimados: prácticamente todos. Más especialmente, por medio de la destrucción masiva de las finanzas: el griego y casi todos los otros. A través del genocidio por medios dichos militares: Libia, Irak, Afganistán, Pakistán, Somalia, sin hablar en muchos otros hostilizados por agentes terroristas del imperio, además de la subversión por él financiada y armada.
La finanza (bancos, fondos etc.) y la industria de armamentos, ambas controladas por la tiranía global, están íntimamente entrelazadas. La primera invierte en la segunda, y esta garantiza en favor de aquella, además del control de varios países, la supervivencia del dólar: es la presión militar que hace con que el grueso del comercio mundial sea realizado a través de esa moneda híper-inflacionada.
Parte sustancial de los déficits acumulados por el Tesoro de los EUA es consequencia de los crecientes gastos con la máquina de guerra. Son cerca de U$S 800.000 millones anuales, o sea, casi la mitad del déficit, previsto este año en 1,7 billón. Sólo la masacre de Irak ya hizo que los EUA gasten U$ 4 billones en favor de los bancos, de las transnacionales anglo-americanas del petróleo y de contratistas del imperio y de sus satélites europeos.
Del lado de los ingresos, si las pequeñas y medias empresas no estuviesen sufocadas por la falta de crédito y por intereses altos, la producción habría crecido y la recaudación tributaria, mucho mayor, haría reducir substancialmente ese déficit.
¿Por qué falta de crédito e intereses altos para actividades productivas y generadoras de empleo, si los grandes bancos de EUA pueden captar dinero emitido por el FED a intereses del 0,25% y si, ni necesitan de eso, pues el FED y el Tesoro los llenaron de dinero creado en computadoras?
¿Por qué eso, si esos bancos disponen de reservas en exceso, de U$S 1,6 billones? ¿Por qué eso, si el Tesoro les dio billones de dólares, al comprar, por el valor nominal, derivativos podridos; títulos sobrepuestos sobre otros que, en la base de la pirámide, no podían ser pagados por los deudores y deberían llevar los bancos a la suspensión de pagos?
El “gobierno” los salvó de ese modo, aunque la crisis, que él decía querer evitar con eso, es consecuencia de la creación irresponsable de los derivativos, con los cuales los bancos obtuvieron enormes ganancias.
Entre los increíbles beneficios en favor de los bancos y a cuesta de la economía, hay otro, especialmente relevante: el FED está pagando intereses a los bancos por las reservas en exceso que ellos allí depositan, las cuales provienen de dinero emitido por el propio FED y del socorro procedente del Tesoro.
Esas reservas pasan de U$S 1,6 billones, de los cuales U$S 600.000 millones de agencias de bancos no-americanos en los EUA: entre los mayores, dos británicos, dos suizos, un francés y un alemán. Lo que no queda en esas reservas es aplicado en especulaciones, por ejemplo, con commodities.
Prosiguen, así, los efectos del colapso financiero, que despuntó en 2007, ya que el modo como los oligarcas determinaron los “gobiernos” (inclusive europeos) a actuar no eliminó las causas de la crisis de 2007/2008 y aún produjo nuevos factores de crisis. Por eso es que los analistas no-teleguiados por la tiranía prevén, para breve, una crisis aún más aguda de que aquella.
De un lado, aún quedaron con los bancos enormes sumas de derivativos, cada vez más insolventes, por cuanto la economía real no fue recuperada (al contrario, predomina la depresión en muchos países).
De otro lado, el colosal socorro a los bancos, con dinero público y con emisiones desenfrenadas de más dinero, produjo otra nueva crisis: la de los déficits y la de la deuda pública, como la de los EUA.
Además de eso, fueron generadas crisis en la periferia europea con la depresión económica en los EUA, en el Japón y en la mayor parte de los países europeos, y también en función de jugadas de bancos, como el Goldman Sachs, que causaron aumentos en los intereses de las deudas de esos países, con la ayuda de las agencias de riesgo y haciendo hedge con esas deudas.
En los EUA el “gobierno” está intentando hacer dos cosas contradictorias: 1) evitar que el dólar deje de ser la moneda de las transacciones mundiales; 2) continuar inflacionando esa moneda. Ambas reflejan el mismo deseo: proseguir valiéndose del privilegio que les proporciona cubrir los astronómicos gastos militares del imperio, además de las locuras en favor de los bancos y demás concentradores económicos, simplemente emitiendo aquella moneda.
En ese contexto está insertada la batalla político-demagógica entre “demócratas” y “republicanos” sobre la elevación del techo de endeudamiento de los EUA. Si el Congreso no lo autorizar, los EUA tendrían que cesar los pagos de la deuda federal (U$S 17 billones, contando U$S 3 billones de títulos en poder del FED).
Eso detonaría el colapso del dólar. Para conseguir aquella autorización, el presidente “demócrata” de los EUA propuso disminuir los gastos federales mediante brutales cortes en los gastos sociales, lo que hará agravar aún más la depresión, la crisis inmobiliaria, el desempleo y todo lo demás. Él parece pretender superar, en celo castrador de la economía, al “republicano” Hoover, que hizo profundizar la depresión después de la crisis financiera de 1929.
Los Estados, las ciudades y los condados en aquel país ya se encuentran en situación insostenible, ya que son prohibidos de tener déficits presupuestarios. Cerca de 100 ciudades importantes están próximas a entrar en posición de falencia, lo que acontece también en estados importantes.
La nueva fase del colapso financiero mundial repercutirá en el Brasil, cuya situación ya es desfavorable, como demostré en artículo reciente.
Adriano Benayon es doctor en economía por la Universidad de Hamburgo, Alemania, autor de Globalização versus Desenvolvimento
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