Este año se cumplen, en agosto, 40 años del asesinato del comunista Manoel Lisboa. En 21 de febrero de 2014, Lisboa completaría 70 años de vida. En dos otras oportunidades, AND trató de rescatar la trayectoria y el pensamiento de este gran revolucionario brasileño. Esta vez, entrevistamos Juàres Gomes, compañero de armas de Manoel, el ‘Gallego’ como aún lo continúa llamando. Juàres, hoy, es director del Codai, Colegio Agrícola Dom Agostinho Ikas, escuela agrotécnica vinculada a la Universidad Federal Rural de Pernambuco. Él nos contó una historia, que era más o menos así:
Juàres Gomes, militante doPCR e companheiro de Manoel Lisboa
Doña Gilda, “hija” de Limoeiro, ciudad del interior del estado de Pernambuco, fue la primera profesora de Cumaru, distrito de Limoeiro, interior de pernambuco. Se casó con José Gomes (Zé Negro), ex-agricultor que prosperó como dueño de camión. Tuvieron tres hijos hombres: Juarez, Jorge y Juàres. Delante de la necesidad de que los hijos continuasen los estudios en una ciudad más adelantada, se mudaron para Caruaru, también en el Agreste de Pernambuco. Fueron a vivir en un vistoso bungaló en un barrio de la ciudad. Zé Negro, siempre había tenido posiciones políticas conservadoras, diferentemente de la esposa y de los hijos. Cuando dieron en la radio la noticia del golpe militar, en 1º de abril de 64, y de la deposición del entonces gobernador Miguel Arraes, Juàres, el hijo menor de la familia, salió por la calle gritando:
– ¡Viva Miguel Arraes! ¡Viva Miguel Arraes! – creía que Arraes merecía que alguien gritase su nombre en aquel momento tan difícil.
– ¡Cállate la boca, niño! – amonestó el padre, preocupado con la persecución de que la familia podría ser víctima. Zé Negro nunca podría imaginar que, décadas después, su hijo Jorge sería electo vicegobernador justamente con Arraes.
Después de esta primera manifestación política, Juàres seguía atento al movimiento de su hermano mayor. Extrañaba que sus compañeros de clase siempre cambiaban de conversación cuando él se aproximaba. Por eso, como todo chico curioso, prestaba atención a todo. Y un día escuchó:
– ¡Juarez, la perra parió! – gritó un compañero de su hermano mayor.
– Perra nada… debe haber salido el periódico que tanto ellos se la pasan leyendo en el cuarto – pensó Juàres. Él tenía razón, pues su hermano era simpatizante del PCB, Partido Comunista Brasileño, que poseía una buena influencia en la conservadora Caruaru.
Como en Caruaru no había facultad, todos los hijos de la pareja fueron estudiar fuera. Juàres, junto con los dos hermanos, fue mandado para Recife y allá vivió en una pensión. Se tornó amigo de Gianni Antonio Lira Mastroianni, natural de Caruaru e hijo de una rica familia de descendientes italianos. Juntos participaron de las primeras manifestaciones estudiantiles bajo el régimen militar. Gianni fue detenido en una de ellas, lo que causó un verdadero escándalo en la capital del Agreste: “Mastroianni es detenido en Recife como comunista”.
En 1967, Juàres ingresa en el curso de agronomía de la Universidad Rural, local de gran actuación del Partido Comunista Revolucionario. Allá conoce Valmir Costa, estudiante de veterinaria, militante del Partido y amigo de infancia de Manoel Lisboa. En poco tiempo, toma conocimiento de la Carta de 12 Puntos, documento base del PCR, y comienza su militancia comunista. Todo estaba aconteciendo muy rápido en la vida de este joven, que poco tiempo atrás vivía en la interiorana Cumaru. Pero esta era una de las marcas de su generación. Militando en el PCR, pasa a ser acompañado por Manoel Lisboa, el Gallego. No comprendía totalmente las cuestiones teóricas, pero era muy decidido. Y militar en aquel periodo exigía, sobre todo, coraje. Estando ya en la dirección del DCE, el directorio fue ametrallado por el CCC (Comando de Caza a los Comunistas). Lo que no cambió la decisión de Juàres y sus compañeros.
Cierto día, el rector de la Universidad Rural decretó un aumento del 500% en el precio de la alimentación. Juàres se encontró con Valmir:
– ¿Y entonces, que vamos a hacer?
En la reunión del colectivo partidario definieron el plan de luchas. Al día siguiente la acción: los estudiantes invadieron el refectorio, asumieron el control de la distribución de alimentos y el cajero. El valor cobrado fue el anterior al aumento, el dinero recogido fue debidamente entregado a la rectoría. Esta acción dejaba el rector irritado, pero incomodaba aún más al régimen militar.
La policía política estaba siempre encima, vigilando los pasos de los militantes revolucionarios. Cierta vez, un grupo de policías hacía campana en frente a la universidad. Juàres y otros compañeros se posicionaron en el primero piso y desde allá lanzaron bombas de estruendo en los agentes de la represión. Usaron la experiencia de las fiestas con fuegos artificiales. Los policías pensaron que eran tiros y fue una gran confusión. Mientras corría para esconder el restante de los artefactos, Juàres pasó frente al salón donde ocurría una Reunión del Consejo Universitario. Al día siguiente, en el pasillo de la facultad, el profesor Milton Cabeção le dijo:
– ¡Ahora usted tira bombas! – ‘Cabeção’ era vinculado al SNI (Servicio Nacional de Información del régimen militar).
El clima de persecución era general. En 1968, para la elección de los delegados al Congreso de la UNE, en Ibiúna (São Paulo), el PCR propuso una elección indirecta como forma de encubrir los representantes. Juàres había sido escogido delegado y fue detenido en Ibiúna. Después del acto institucional AI-5 y el Decreto 477 fue vedado por la rectoría, quedando sin derecho de estudiar en cualquier universidad del país por un periodo de tres años. La Universidad Rural, proporcionalmente, fue la universidad que más vedó estudiantes en Brasil. Juàres estaba en el DCE cuando quedó sabiendo de su prohibición. Dos agentes del Dops entraron en la sala y preguntaron:
– ¿Dónde está Juàres?
– Acabó de salir – él respondió.
– ¡Caramba, por poco no lo agarramos! – exclamó uno de los agentes.
– Él aún debe estar en la parada de autobús, si van rápido puede ser que lo alcancen.
Cuando salieron, Juàres partió corriendo por los fondos de la universidad. Cuando estaba llegando en casa, encontró en la calle su madre agitada:
– ¡Corre, mi hijo, que ellos van a prenderte! La casa está cercada por la policía y yo tuve que saltar el muro para avisarte – dijo Doña Gilda, mientras colocaba un poco de dinero en su bolso.
Quedó algunas semanas sin contacto con la dirección del Partido, vagando por la ciudad. De noche, dormía en la playa de Janga, en Olinda, aún desierta en aquel entonces. Su suerte fue vestir una chaqueta de napa que le protegía la espalda del frío de la madrugada. Después de contactar los compañeros, pasó para la clandestinidad y fue a dividir un pequeño departamento en el Pina con otro militante, José Moura e Fontes, también expulsado de la universidad.
Diferentemente de otras organizaciones, el PCR no consideraba el movimiento estudiantil como la fuerza principal de la revolución brasileña. En la Carta de 12 Puntos priorizaban el trabajo campesino dentro de la estrategia del cerco de la ciudad por el campo. El ME debería ser donde se reclutarían “estudiantes con ideología del proletariado” para ser enviados al campo.
Juàres ahora era el ‘camarada Raul’. Fue transferido para Río Grande do Norte en la condición de dirigente intermediario y militante profesional. Vivió en la Praia do Meio, atrás del Hotel Reis Magos, en el barrio de las Quintas e Alecrim. Acompañaba el movimiento estudiantil y el trabajo obrero en Natal y en la Paraíba. En las playas más alejadas hacían ejercicios de tiro en blancos con la foto del torturador del Doi-Codi paulista Sérgio Paranhos Fleury.
En Natal, el PCR va a organizar una acción de sabotaje contra la casa construida en homenaje al gobernador del estado de Maine (USA). Después de almacenar más de 100 litros de gasolina, un comando del Partido incendia la casa de madera y pinta en la pared: “El PCR vive y actúa!” Raul dirige el coche en la retirada, atraviesan la ciudad en quince minutos y al llegar en el local donde los compañeros descendieron, tras sentir un fuerte olor de goma quemada, percibe que había hecho todo el recorrido con el freno de mano accionado. El coche, prestado por una colaboradora, no fue damnificado, la casa del gobernador yanqui, esta sí, salió toda chamuscada.
Raul es obligado a salir de Río Grande do Norte por una casualidad. Por decisión del Partido, se inscribe en un curso de tornero mecánico del Senai-RN. Para hacer la inscripción tira una foto. Como tenía buena pinta, el dueño de la tienda fotográfica escoge la foto de Raul para colocarla en el muestrario. Acontece que un estudiante simpatizante del PCR había sido detenido, no llegó a ser torturado, pero inmediatamente entregó que la persona del Partido que lo acompañaba tenía una foto expuesta en la tienda tal. Por haber sido líder estudiantil, luego los agentes represores conectaron la fotografía del muestrario al nombre de Juàres.
‘Raul’ vuelta a Recife, y ahí participa de una serie de acciones armadas con Manoel Lisboa. Lo más importante fue el asalto al parque de la aeronáutica. La acción fue dirigida directamente por Gallego. Quién hizo el estudio fue Raul y Pequeño, observando el horario del cambio de guardia. En el día previsto para la acción había comenzado el horario de verano. Confundido con la nueva hora, Raul salió de casa cuando ya debería encontrarse con Gallego. En disparada, al pasar por el semáforo, con el coche prestado de su hermano Jorge, fue chocado por un autobús. Aún con la dirección trabada, intentó salir con el vehículo. El autobús era de aquellos de palanca, el conductor y el cobrador salieron con la pieza de hierro en las manos para impedirlo de salir con el coche. Pero acontece que Raul estaba armado con un “hierro”. Después de mostrarlo consiguió seguir dirigiendo.
Por causa del accidente, quedó un tiempo tratando de la salud y la acción tuvo que ser aplazada. Ya recuperado, fueron a cumplirla. Raul participó no como chofer, pero en la cobertura. Gallego uniformizado de sargento y Silvino de cabo se dirigieron a los dos soldados del parque con una falsa carta del ejército. Rindieron los soldados de la aeronáutica y cuando iban a salir vieron dos jóvenes fuertes corriendo en su dirección, uno de ellos era hijo del comandante del parque. Encuadraron y amarraron los dos y huyeron con el armamento recuperado, armas antiguas, pero en buenas condiciones de uso. Esta acción aconteció en enero de 1973.
Silvino había sido militante de la ALN antes de ingresar en el PCR. Dentro del Partido, insistía que la organización estaba errando al no hacer las acciones armadas de mayor envergadura, criticaba lo que sería una actitud medrosa. Gallego contestaba, defendiendo los principios de la Carta de 12 Puntos y la concepción de la guerra popular prolongada defendida por el PCR. Pero la presión por hacer acciones armadas espectaculares, tan comunes a las concepciones foquistas, era muy grande. Cierta vez, Gallego comentó con Raul:
– Voy a acabar haciendo estas acciones sólo para mostrar a esta gente que no tengo miedo.
Raul sabía que coraje era algo que no faltaba al camarada Gallego. En algunas oportunidades había acompañado sus viajes a los ingenios de caña, uno de ellos cerca de la Usina Estreliana, tierras de Lopes Siqueira, gente que mataría y enterraría un comunista sin pensar dos veces. Pero Raul conocía poco de teoría revolucionaria y no contestó el dirigente.
En los meses de agosto y septiembre de 1973, el PCR sufriría sus más duros golpes. En este periodo son detenidos y asesinados los dirigentes Manoel Lisboa, Emanuel Bezerra y Manoel Aleixo (el Ventania). Raul, Silvino y otros compañeros también son agarrados por la represión. Raul cayó inmediatamente después de saber de la desaparición de Gallego. Mientras iba a encontrarse con su compañera y su hija, que había nacido hacia quince días, vio Pequeño frente a una panadería en Cordeiro. El lugar estaba vigilado y los dos fueron cercados por policías. Raul sacó el revólver, pero con el dedo fuera del gatillo no tuvo tiempo de tirar. Cuando lo vio, el policía y torturador Miranda gritó:
–Prendimos Juàres,!
En el Doi-Codi, Raul aún habló con Gallego una última vez. Por un instante, fue colocado en una celda a su lado, lleno de hematomas.
– Es duro compañero! – Manoel Lisboa miró para él, pero nada respondió.
Luego fue su vez de ser colgado para iniciar la tortura. Cuando le quitaron el capuz, inmediatamente reconoció el blanco que tantas veces había acertado en los entrenamientos de tiro en las dunas de Natal. En su frente estaba Sérgio Paranhos Fleury. No pudo acertarlo, pero derrotó el torturador más sanguinario del régimen militar, pues fue bárbaramente agredido y no reveló ninguna información. El PCR había definido la posición de que si un dirigente intermediario cayera y revelara los secretos del partido debería ser ajusticiado como traidor. Raul tenía esto en mente, había defendido esta posición y no podía traicionar sus camaradas. Pensaba también en su hija, ella era un secreto, ni Gallego sabía que él era padre. Sin embargo, pensar en su hija Renata Maria también le daba fuerzas para resistir a la tortura. No tendría coraje de mirar para su hija siendo él un delator.
Frente a su celda estaba Silvino. En cuanto pudo, animó al compañero:
– ¡Tenemos que guardar los secretos del Partido! – Silvino apenas movió la cabeza.
Un día, Raul fue llevado para ser careado con el ex-militante de la ALN. Llegando en la sala, el delegado preguntó:
– Silvino, ¿de cuántos asaltos usted participó con Raul?
De cabeza baja, mirando para el lado responde:
– Dos, doctor.
Lo que más indignó Raul fue la sumisión de llamar al torturador de doctor. ¡¿Justo Silvino que reclamaba de la falta de coraje del Partido para hacer acciones de mayor envergadura?! En aquel momento, una película pasó por su cabeza. Se recordó en la hora de un episodio que Gallego le había contado sobre Stalin. El líder bolchevique estaba detenido cuando sus compañeros de celda decidieron protestar contra las condiciones de alimentación. Aprobaron agredir el carcelero que llegaba con el almuerzo. Stalin fue contra, había contestado que el servidor era un hijo del pueblo y no tenía culpa por la pésima alimentación. Pero perdió la votación. Cuando la comida llegó, ninguno de los proponentes tomó actitud, Stalin, entonces, agarró la bandeja y metió en la cara del operario. A pesar de contrario, cumplió la decisión del colectivo. ‘Esto que es actitud comunista’, pensó Raul. Silvino, así como los fanfarrones de la propuesta seudo radical en la prisión siberiana, estaba derrotado por la policía, se había tornado un delator.
– ¿Cuáles fueron los asaltos? Preguntó el delegado.
– El de la panadería Rosarinho y el del parque de la aeronáutica.
Realmente, Raul había participado de estas dos acciones. Pero acontece que en la acción de la panadería, había permanecido en la contención del lado de afuera del comercio. Silvino no lo había visto en la acción, sólo suponía que fuera él que había hecho la seguridad. Raul se agarró en este detalle y al cuello de Silvino y en el suelo le gritaba:
– ¿Usted me vio en la panadería Rosarinho? ¿Usted me vio? ¡Usted está mintiendo! – miraba en los ojos de Silvino, transmitiendo a la vez una orden y un estímulo para que él reaccionase.
Fueron separados a escobazos y Silvino confirmó que no lo había visto en el asalto a la panadería. Ni por esto, Raul dejó de ser torturado. Fueron 47 días de crueldad. De sufrimiento, pero de victoria. La mayoría de los compañeros resistió a la tortura, encorajados por el martirio de Gallego, de quien ahora conocían el verdadero nombre: Manoel Lisboa de Moura. Un torturador, impresionado con la resistencia de los comunistas, llegó a afirmar:
– ¡Organizacioncita pequeña, pero robusta…!
Una gran campaña fue iniciada exigiendo la liberación de los presos. Los hermanos de Raul, su madre Doña Gilda y principalmente la madre de Renata, Rijosete Catunda, mucho ayudaron en este proceso y esto le salvó la vida. En una sesión de tortura, después de incontables agresiones, llevó un golpe tan fuerte en el cuello, que pensó que iría a morir. Medio desmayado oyó uno de los torturadores decir:
– ¡Trae la inyección! ¡Tenemos que matarlo!
De repente la puerta del recinto se abre y Raul consigue oír unas palabras entre los torturadores: “Estas cartas están complicando nuestro trabajo”.
El verdugo se refería a las cartas que denunciaban las torturas a los presos políticos. Después de esa sesión de torturas, Raul quedó algunos días sin poder hablar, debido al golpe en el cuello. La voz ronca contrastaba con la de “locutor” que le había ayudado en las manifestaciones estudiantiles. Pero comenzó a tener esperanzas de que saldría con vida de aquella cuando los torturadores volvieron a cubrir su rostro durante las sesiones de tortura. Sabía entonces que no lo matarían.
Junto con otros 18 compañeros, Raul fue transferido para el presidio de Itamaracá. En 1975, aún detenido, consiguió autorización para prestar el examen de ingreso y pasó en 1º lugar en el curso de Licenciatura en Ciencias Agrícolas en la Universidad Rural. Fue juzgado y absuelto por el Tribunal Militar en dos procesos, por falta de pruebas. Pero al intentar se matricular fue impedido por la rectoría que lo consideraba persona non grata. Necesitó de otra acción en la justicia para retomar los estudios.
Raul vuelve a ser Juàres. Tiene fuerte actuación en el movimiento estudiantil a finales de los años 70 e inicio de los años 80. Después sigue su militancia en el movimiento sindical. Juàres, hoy, es un militante de la educación para los jóvenes del pueblo, al servicio de los pequeños agricultores. Gran incentivador de la participación estudiantil y de la lucha por sus derechos. Pero aún guarda la misma voz del camarada Raul, ronca y sonora. En el pecho aún quema la llama de la revolución, la inmensa admiración por Manoel Lisboa y la esperanza en el futuro comunista de la humanidad.
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