Un crimen de Estado: el asesinato de João Goulart

https://anovademocracia.com.br/52/6a1.jpg

Un crimen de Estado: el asesinato de João Goulart

Print Friendly, PDF & Email

Las revelaciones de Jair Krischke – II

AND entrevista, en Porto Alegre, Jair Krischke, del Movimiento de Justicia y Derechos Humanos (MJDH), y Christopher Goulart, abogado y nieto de Jango. Documentos obtenidos en Uruguay revelan que el régimen de 64 temía el retorno del presidente depuesto al Brasil.

João Goulart com o elenco da Ópera de Pequim, em 17 de agosto de 1961

El presidente João Goulart, depuesto en 1964, fue asesinado en el ámbito de la Operación Cóndor. Esa es la firme convicción de su familia, expresa, en conversación con el reportaje de AND, por el abogado Christopher Goulart, su nieto, que impulsa, entre la familia, los esfuerzos por el esclarecimiento de las circunstancias de su muerte y por el rescate de su legado y de su memoria.

La certeza de Christopher tiene respaldo en documentos que Jair Krischke obtuvo en Montevideo, Uruguay. Actuando junto a los familiares de Jango en la investigación de su muerte, Krischke tuvo acceso a la vasta documentación sobre él existente en los archivos de los ministerios del Interior, de la Defensa y de las Relaciones Exteriores de aquel país.

Falta aún, es verdad, una prueba cabal y el esclarecimiento de algunos detalles del crimen. Pero todos los resultados de la investigación emprendida por el MJDH y por la familia apuntan en esa dirección.

Tétricas "coincidencias"

La causa y las razones de la muerte de João Goulart son objeto de una sospecha antigua, basada en una "coincidencia" temporal interesante apuntada por Jair Krischke. El mismo año en que ella ocurrió (1976), fueron comprobadamente asesinados Zelmar Michelini y Héctor Gutiérrez Ruiz (uruguayos, ex presidentes del senado y de la cámara de su país), Juan José Torres (general y presidente depuesto de Bolivia), Carlos Prats (chileno, ex comandante del Ejército) y Orlando Letelier (chileno, ex ministro de las Relaciones Exteriores). En circunstancias apenas explicadas, murió el ex presidente brasileño Juscelino Kubitschek. Wilson Ferreira Aldunate (uruguayo, presidente electo en 1971) y Andrés Pascal Allende (chileno, dirigente del Movimiento de Izquierda Revolucionaria) sólo no hacen parte de la lista porque escaparon por milagro de atentados contra sus vidas, tal como había ocurrido en el segundo semestre de 1975 (año inicial de la Operación Cóndor), con Bernardo Leighton (chileno, ex vicepresidente de la República). Todos eran opositores del terrorismo de Estado que paso a practicarse en América del Sur en los años 70.

"1976" — recuerda Krischke — "es el año en que fue elegido Carter en Estados Unidos, diciendo que no iba a sostener más esas dictaduras. Entonces, ellos resolvieron limpiar el terreno y eliminar todas las personalidades que pudieran amenazarlos, como paso previo a la apertura. Es triste decir eso, pero esos procesos de redemocratización fueron todos teledirigidos".

A la "coincidencia" del tiempo, se tendría que añadir, tal vez, la coincidencia en el espacio: exceptuando los atentados contra Letelier (que aconteció nos USA), Pascal Allende (en Costa Rica) y Leighton (en Italia) y de la muerte misteriosa de Kubitschek (en Resende, RJ), todos los crímenes mencionados anteriormente acontecieron en Argentina — país donde murió Jango.

Juntando piezas

Hasta ahí, se tendría materia prima sólo para sospechas — por más fuertes y fundadas que pudieran ser. El caso Jango comienza a descortinarse de manera más clara en 2002, a partir de revelaciones hechas por el uruguayo Mario Neira Barreiro.

Detenido en Rio Grande do Sul, donde cumple pena por tráfico de armas, Barreiro buscó la prensa y el propio Krischke presentándose cómo ex agente del servicio secreto uruguayo (lo que el dirigente del MJDH dice no ser verdad) y diciendo tener informaciones sobre la muerte del ex presidente.

Krischke es enfático al exponer sus reservas a todo que venga de él. Aun así, reconoce como valiosas muchas de sus informaciones. "Varias de las informaciones concuerdan. Números de teléfono que él dice que eran del Jango y que él tendría espiado eran del Jango mismo. Hubo una fiesta de cumpleaños de João Vicente (N del A: hijo del presidente y padre de Christopher) en Maldonado en la cual él dice que estaban presentes algunas personas, y esas personas estaban realmente allá; la familia confirma".

Y lo más importante: "el sujeto que él dice que habría preparado el compuesto químico que desencadenó el ataque cardíaco que mató el Jango, un médico forense uruguayo llamado Carlos Milles Golugoss, realmente existió y era, de hecho, médico forense (Krischke muestra al periodista de AND el acto de nombramiento de Golugoss para el cargo). Y murió en circunstancias misteriosas: estaba construyendo o reformando una casa, resolvió subir en el tejado para verificar un aspecto cualquiera de la obra y por ‘casualidad’ cayó".

Fleury en Uruguay

Barreiro  cuenta — Krischke — era radiotécnico de la policía de Montevideo, condición en la cual tenía acceso a las informaciones que recorrían los transmisores de sus patrulleros y céntrales. Y era también miembro de un grupo paramilitar de ultra derecha denominado Juventud Uruguaya de Pie (JUP), actuante en el periodo inmediatamente anterior al golpe de Estado de 1973.

En esa condición, estuvo presente cuando se montó otro grupo paramilitar dedicado a la eliminación de militantes políticos y sindicales de izquierda, actuante entre 1971 y 1973 y vinculado a la JUP, con la cual tenía integrantes en común: el Escuadrón de la Muerte (EN).

¿El nombre suena familiar al lector brasileño? Pues las "coincidencias" van más allá. Conforme cuenta Krischke, el organizador del Escuadrón de la Muerte uruguayo fue nadie menos que el comisario paulista Sérgio Paranhos Fleury, "estrella" de la organización brasileña homónima y figura clave en la represión a la resistencia armada al régimen de 64.

El envío a Uruguay de una figura con la importancia que tenía Fleury para aquel régimen evidencia el interés del gobierno brasileño por lo que se pasaba del otro lado de la frontera. El mayor foco de ese interés era precisamente João Goulart.

Monitorización permanente

La documentación obtenida por Krischke muestra que, desde antes de su llegada a Uruguay y hasta su muerte, Jango fue monitorizado permanentemente por los servicios secretos de cuatro países: USA (CIA), Brasil (SNI), Uruguay y, a partir de un determinado momento (1973 o 74), Argentina, que tenían sobre él vastos expedientes e intercambiaban informaciones entre sí.

El dirigente del MJDH muestra al periodista de A Nova Democracia un cablegrama de la CIA con fecha de 2 de abril de 1964, emitido en Porto Alegre, relatando la partida del presidente depuesto de la capital de ese estado para Montevideo.

"En aquella época" — añade Krischke — "integraba el equipo de trabajo de la CIA en Uruguay el entonces agente Phillip Agee (N del A: Agee rompió después con la organización y denunció varios de sus delitos; murió en Cuba en enero del año pasado) — , que cuenta en su diario que, luego después del golpe, pidió — y obtuvo — ayuda para seguir los pasos de Jango".

El cerco se cierra

A partir del golpe de Estado de 24 de marzo de 1976, Argentina — país que, como cuenta Krischke, Jango, a partir de 1973, había pasado a frecuentar regularmente en razón del retorno de su amigo Perón al poder y del golpe de Estado en Uruguay — deja de ser un local seguro. En agosto, su oficina en Buenos Aires es invadida por la represión.

João Goulart se hace blanco de una vigilancia cada vez más cerrada: los documentos obtenidos por el MJDH relatan mínimos detalles de su vida particular. La principal fuente de esas informaciones era una agente infiltrada desde 1973 por los servicios de inteligencia uruguayos dentro de la casa del ex presidente como empleada doméstica y referida en los documentos por el apodo de Margarita Suárez.

A partir de las detalladas informaciones suministradas por ella, los servicios secretos que vigilaban Jango sabían, por ejemplo, que remedios él tomaba. Según Christopher, la hipótesis más probable es la de que su asesinato se haya cometido mediante el cambio de esos remedios por el compuesto químico producido por Golugoss, que habría inducido el ataque cardíaco que victimó el presidente. El responsable por la adulteración, según Barreiro, habría sido Héctor Rodríguez, un agente argentino.

Krischke añade, aún, otro dato: la hacienda donde Goulart murió se sitúa en la provincia argentina de Corrientes, que hace frontera con Brasil. En 2007, con el testimonio del dirigente del MJDH, fueron condenados a prisión en Argentina el general Cristino Nicolaides — figura clave de la fábrica de asesinatos y torturas puesta en marcha por la dictadura de 76 — y siete de sus colaboradores. Durante el proceso, uno de ellos relató la existencia de bases binacionales del terrorismo de Estado, operadas conjuntamente por brasileños y argentinos. Una de esas bases — a la cual estaban vinculados Suárez y Rodríguez — se situaba en la ciudad de Paso de los Libres, Corrientes, frontera con Brasil.

Fructífero exilio

De las muchas informaciones que los documentos obtenidos por Krischke contienen sobre Jango, las más interesantes no se refieren su muerte, sino a lo que él hizo mientras vivió.

"El enemigo" – escribe Alejandra Rojas en su biografía de Salvador Allende, Una Época en Blanco y Negro — "tiene una extraña vocación para el homenaje". Gracias a la infame espionaje de que fue blanco el exiliado João Goulart, los brasileños pueden verlo hoy en su real dimensión: la de un político progresista que ejerció su opción nacionalista-democrática de forma mucho más radical de lo que podrían sugerir su única actuación pública (el Frente Amplio, efímera alianza sin substancia ideológica que envolvía hasta el súper reaccionario Carlos Lacerda) y su fotografía más conocida (en la cual juguetea con el hijo y una oveja en la estancia de Corrientes como se estuviera de vacaciones).

Los informes reservados sobre Goulart muestran, al contrario de eso, un hombre que cultivaba relaciones políticas y comerciales con regímenes y liderazgos progresistas de tres continentes, usaba su prestigio en favor de revolucionarios en desgracia y desarrollaba una firme actuación antiimperialista.

Los documentos del Servicio de Inteligencia del Ministerio de la Defensa uruguayo relatan, por ejemplo, la compra de Jango, en 1965, de dos hoteles que él destinó a abrigar exiliados brasileños que llegaban a Uruguay. El mismo año, ofreció una sustancial ayuda financiera al Fidel (Frente Izquierda de Liberación), coalición uruguaya de izquierda. En 1966, se tendría reunido con militantes uruguayos de izquierda para organizar un acto contra la presencia, en aquel país, del entonces secretario asistente del Departamento de Estado de USA para América Latina, Lincoln Gordon — que, como embajador en Brasil, habría organizado el golpe de 1964.

El uso del verbo en el futuro del pretérito en la última frase se debe a la reticencia de Krischke cuánto a la veracidad de esa y de algunas otras informaciones, que atribuye a la tentativa de los servicios brasileños de perjudicar Jango delante del Estado uruguayo. Su intensa actuación política (clandestina, ya que prohibida a los asilados), sin embargo, es un hecho por encima de cualquier controversia.

El presidente no hesitó ni aún en mantener como su piloto particular, cuando Uruguay ya se encontraba bajo régimen de excepción, un tupamaro (Ruben Rivero). Cuando Rivero fue detenido, en 1972, Goulart pasó a ayudar financieramente su familia, lo que hizo hasta morir.

Cuando Perón retorna al poder en Argentina, en 1973, intensifica sus actividades. Un documento de la Dirección Nacional de Información e Inteligencia de la Policía de Montevideo, datado de octubre de aquel año, relata la intervención de Goulart junto al gobierno argentino en favor de un grupo de brasileños que había llegado a Buenos Aires viniendo de Chile y sus reuniones con Michelini, Torres y el ex senador uruguayo Enrique Erro.

Durante el breve tercer gobierno de Perón (1973-74), Jango actúa como intermediario comercial entre Argentina y varios países de África y Asia. De estos, los documentos destacan los que más temor infundían, en la época, al imperialismo estadounidense: Libia de Khadafi, Argelia de la FLN y China revolucionaria dirigida por Mao Tsetung. Aún en 1974, un documento del servicio reservado del Ejército uruguayo lo menciona cómo "comprometido con la subversión en Brasil".

"¿Usted ya imaginó lo que acontece si João Goulart vuelve a Brasil? Él sería electo presidente. ¿Y ahí?  ¿Cuáles serían las consecuencias de eso?" — indaga Jair Krischke. Fueran cuales fueran, el régimen de 64 las temía: Krischke muestra al entrevistador informes diarios del SNI, datados de fines de 1976, sobre los planes de retorno del presidente depuesto al país.

Es en la vida de João Goulart — en aquello que tiene de más elogiable  que se encuentra la explicación de su muerte. Jango era mucho más temido por el régimen de 64 y por sus fuerzas de sustentación interna y externa de lo que la falsa imagen de pasividad que recae sobre su figura (y que, en realidad, él propio ayudó a construir al no oponer resistencia al golpe) podría dar a entender. Para que el país descendiera aún más a la condición semicolonial que es hoy fue que lo depusieron, y para eso fue también que lo mataron doce años después.

Traducciones: [email protected]

Ao longo das últimas duas décadas, o jornal A Nova Democracia tem se sustentado nos leitores operários, camponeses, estudantes e na intelectualidade progressista. Assim tem mantido inalterada sua linha editorial radicalmente antagônica à imprensa reacionária e vendida aos interesses das classes dominantes e do imperialismo.
Agora, mais do que nunca, AND precisa do seu apoio. Assine o nosso Catarse, de acordo com sua possibilidade, e receba em troca recompensas e vantagens exclusivas.

Quero apoiar mensalmente!

Temas relacionados:

Matérias recentes: