Las poblaciones empobrecidas de varias partes de Brasil no tuvieron motivos para conmemorar el último año nuevo. Alcanzadas por violentas lluvias y por la indiferencia del viejo Estado semifeudal y semicolonial, incapaz de ofrecerles las mínimas condiciones de vivienda, miles de trabajadores perdieron lo poco que tenían y muchos otros acabaron muertos por los deslizamientos de tierra e inundaciones. Después de la tragedia, el único esfuerzo de los gerenciamientos de turno fue en el sentido de culpar la naturaleza y las víctimas de la tragedia por su propio penar y criminalizar la existencia de las favelas e barrios proletarios, como de costumbre.
Agua sucia invadió casas: enfermedades y negligencia
En las primeras horas después de los anegamientos y aludes que atingieron todo Brasil en el inicio de 2010, la naturaleza ya era insistentemente acusada por el monopolio de los medios de comunicación de ser la principal causante de los desastres que mataron decenas de trabajadores. Lo que no fue dicho es que todas las áreas accidentadas son miserables, como la Baixada Fluminense en Rio de Janeiro, donde desde hace décadas este viejo Estado destina trabajadores pobres, aterrando lagos, mangues y pantanos, para ampliar las favelas ya bordeando las márgenes de los ríos y negando las mínimas condiciones de saneamiento para el pueblo que vive en esas regiones. Así, colocando las cosas en sus debidos lugares, la naturaleza ya no hace otra cosa que revelar las tremendas contradicciones en que la sociedad está sumergida. Si de un lado tenemos la propaganda ufana de la gerencia del PT de que el pueblo está muy bien e, inclusive, ascendiendo socialmente, por el otro, en estas horas cae su máscara ante la miseria y precariedad en que el pueblo vive. Sin infraestructura de saneamiento y en áreas de riesgo los habitantes de las sub-viviendas, con sus muebles y eletroelectrónicos adquiridos en cómodas cuotas, son las primeras víctimas cuando las inundaciones se llevan todo. Ahí ellos pierden lo que conquistaron con tanto sacrificio.
Además, según el ingeniero civil Carlos Tucci, de la Universidad Federal do Rio Grande do Sul (UFRGS), las inundaciones son un plato lleno para los gerenciamientos corruptos de turno.
— No hay incentivo a la prevención contra inundaciones porque hay una ganancia política. Cuando los municipios entran en estado de calamidad pública a causa de las inundaciones, los intendentes reciben dinero a fondo perdido que ellos pueden usar sin licitación — explica.
Año nuevo de lamentación
En los primeros días de 2010, más de 40 mil personas se quedaron desamparadas o desalojadas y cerca de 114 acabaron muertas por los deslizamientos de tierra e inundaciones que alcanzaron principalmente la región de la Costa Verde, en el litoral sur de Rio de Janeiro. Por allá, en el día 31 de diciembre de 2009, no hubo fiesta. En Angra dos Reis, cerca de 46 personas murieron, siendo 14 solamente en el Morro da Carioca, barrio pobre de la región. En el día anterior las lluvias alcanzaron la Baixada Fluminense, donde de acuerdo con los últimos datos de la Defensa Civil, 22 personas murieron y otras 3 mil tuvieron que dejar sus casas. La redacción de AND estuvo por allá y registró los daños causados por las lluvias y el desamparo de millares de trabajadores.
En el barrio Pilar y en la Ciudad dos Meninos, en Duque de Caxias, el nivel del agua alcanzó 1,5 metros y los señales de la destrucción eran vistos por doquier. Muchos habitantes perdieron todo que lo tenían y, como si no fuera lo bastante, miles de otros están infectados por causa de las enfermedades esparcidas por el agua sucia, que invadió la mayoría de las casas.
Próximo al barrio Pilar, donde las cloacas son a cielo abierto, está localizado el aterro sanitario de Gramacho — uno de los muchos emprendidos por las gerencias de turno — lo que nos permite tener la dimensión del nivel de toxicidad del agua que invade las casas de los trabajadores que viven en la región.
La señora Maria Francisca, de 72 años, vive en el barrio Pilar y contó a nuestro equipo de reportaje su sufrimiento y de sus vecinos, así como responsabilizó el Estado por el abandono de la región, cercada de ríos por todos los lados y padeciendo miseria, característica de los barrios proletarios de todo Brasil.
— Todo el mundo está enfermo aquí. Es diarrea, vómito, dolor de oído, dolor de barriga, dolor de cabeza, fiebre, todo por causa del agua. Yo perdí todo, muebles, electrodomésticos, alimentos, no sobró nada. Y lo peor es que debemos cuotas y no tenemos nada. Ellos están haciendo obras, diciendo que el agua no va a pasar, pero yo no creo. Fue la tercera vez en un mes que eso aconteció. Ahora se vio la tragedia y aun así nadie hace nada. La gente convive con culebras, sanguijuelas, ratones, cucarachas. Eso es inhumano. Ya llamamos a la municipalidad, a la empresa del agua, gobierno del estado, pero nada resuelve. Aquí sólo vive pobre, ¿qué es lo ellos van a querer aquí? Sólo vienen en época de elección, para pedir voto. Yo no creo más en político ninguno. Ellos sólo prometen y no hacen nada. No traen ni un colchón para que uno tenga donde dormir — protesta la señora.
Justas protestas
El día 2 de enero, habitantes del barrio Pilar, realizaron una protesta exigiendo más respeto de las gerencias de turno y la apertura de un canal para escurrir el agua que ya estaba hace casi tres días acumulada en las calles y en las casas de la región. En la ocasión, casi mil moradores montaron barricadas bloqueando la avenida Presidente Kennedy, vía arterial de Duque de Caxias, y fueron reprimidos por la PM. Doña Maria Francisca fue una de las vecinas que organizó la manifestación.
— Nosotros bloqueamos la Presidente Kennedy en dos tramos. No somos respetados por el gobierno y cuando vamos a protestar, la policía viene aquí a reprimir con violencia. Amenazaron mi hijo con palos, colocaron un arma en la cara de un vecino mío, hicieron de todo, pero no salimos. Sólo liberamos la calle unas horas después, cuando vino un tractor y cavó un canal para hacer fluir el agua — cuenta la modista.
No satisfechos en asistir que miles de trabajadores pierdan sus casas en varias regiones de Río de Janeiro, en los días siguientes, Paes y Cabral amenazaron demoler centenares de otras viviendas que se mantuvieron de pie después de los temporales. Solamente en Angra dos Reis, Paraty, Baixada Fluminense y en la región metropolitana de Río, las gerencias de turno amenazaron demoler cerca de 4 mil casas, supuestamente posicionadas en área de riesgo.
En diversas otras regiones del país las lluvias también causaron daños. En São Paulo, temporales asolan 119 municipios desde el inicio de diciembre de 2009. En 21 de ellos fue decretado estado de emergencia y en las ciudades de Cunha y São Luiz do Paraitinga las municipalidades decretaron estado de calamidad pública. En total, 46 personas murieron y casi 20 mil se encuentran desamparadas o desalojadas.
En la capital, los temporales también dejaron un rastro de destrucción por cuenta de las inundaciones, principalmente en la zona este de la ciudad. Indignados con las gerencias de turno, el día 12 de enero, habitantes del barrio Jardim Iguatemi bloquearon las calles Ragueb Chohfi y Carretera de Iguatemi para protestar.
En Rio Grande do Sul, municipio de Agudo, la caída de un puente que integraba la carretera RSC-287 dejó varias personas heridas y 10 desaparecidos. Otras 45 ciudades también fueron castigadas por las lluvias dejando dos personas muertas y más de mil sin que tengan para donde ir.
Cabral liberó laderas para ricos construir sus resorts
Registro dos estragos causados pelas chuvas em Angra dos Reis, Rio de Janeiro
En junio del año pasado, el gerente estadual Sérgio Cabral, declarado enemigo del pueblo, suscribió el decreto 41.921/09, desprotegiendo el área de protección ambiental (APA) de los Tamoios, que comprende también las regiones alcanzadas por las lluvias en Paraty y Angra dos Reis. Después del desastre, Cabral dio declaraciones culpando el pueblo alcanzado por los aludes por construir en las laderas que él inclusive liberó para que monopolios millonarios erguiesen sus resorts. De acuerdo con el decreto, se quedaron reglamentadas construcciones en las Zonas de Conservación da Vida Silvestre (ZCVS), que engloban 21 mil hectáreas en el continente y en más de 90 islas y peñascos, incluyendo la Isla Grande. Según las nuevas reglas previstas por el decreto, pasaron a ser autorizadas nuevas construcciones en terrenos degradados, con la cota del 10% de área construida y un 90% preservada.
Sin embargo, esos terrenos, hace tiempo, ya tienen dueño. En su mayoría, jefes de la mafia inmobiliaria, que desde julio, gracias a Cabral, tienen entera libertad para que construyan sus paraísos particulares.
Habitantes de la región afirman que el decreto permite la desforestación en laderas y afloja las reglas que impedían la actuación del lobby de especuladores inmobiliarios sedientos por las numerosas cifras oriundas del turismo en la región.
Las lluvias que alcanzaron Rio de Janeiro comenzaron a caer el día 30 de diciembre y solamente dos días después — cuando decenas de personas ya habían sido muertas y enterradas — Cabral apareció para ser fotografiado por su aliado, el monopolio de los medios de comunicación, abrazando niños desolados y fingiendo ser solidario al sufrimiento de los miles de trabajadores atingidos por los deslizamientos de tierra.
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