Momentos antes del inicio del acto público contra la criminalización de la pobreza y de las luchas populares, organizado por el Centro Brasileño de Solidaridad a los Pueblos, en Rio de Janeiro el 23 de enero último, un grupo de viejos militantes revolucionarios conversaba animadamente sobre la lucha y sus actividades políticas del pasado y del presente. Fue cuando uno de ellos comentó: "¿Sabe quién está ahí? ¡ Alípio ! Llegó de Portugal por estos días y se quedará hasta el comienzo de febrero…". Cuando preguntamos si aquel Alípio de quien hablaban era el "padre Alípio " y recibimos respuesta positiva, bastó una llamada y una corta espera para que pudiéramos marcar la entrevista para algunos días después. Alípio de Freitas nos recibió en la mañana del día nueve de febrero y, durante tres horas, nos habló sobre la trayectoria que lo condujo de la situación de joven párroco ordenado en el pequeño poblado de Vinhais en Portugal, pasando por las Ligas Campesinas en los años de 1950/60, hasta los días de hoy.
Junto a los más pobres
Alípio comenzó su relato hablando de su infancia y de las contradicciones entre la educación rigurosa y su ímpeto en aprender.
— Crecí en una villa llamada Vinhais , distrito de Bragança, región del Alto Trás -os-Montes. Hijo de empleado de Correos, hice el primario como todo el mundo. Luego mi padre resolvió que yo iría para el seminario. En mi familia las personas eran padres, abogados o militares. Lo que yo quería era ir para cualquier lugar donde pudiera estudiar. Comencé a descubrir el mundo estudiando. Hice Filosofía y resolví migrar para Francia donde continué mis estudios y acabé siendo padre. Mi padre esperaba de mí un tipo de padre que no era yo. Fui enseñar en una escuela de artes y oficios donde instruyen sobre carpintería, mecánica, etc. Enseguida fui para una parroquia muy pobre, donde viví entre los campesinos.
Cuando se aproximó de los campesinos y pasó la vivir sus problemas, Alípio entró en choque con la cadena jerárquica de la Iglesia.
— En el seminario no enseñan a amar Dios, enseñan a respetar la Iglesia. Cuando yo quebré la cadena jerárquica, no hubo conversación. Fui designado para una parroquia mayor, no deseaba ir. Acabé viniendo para Brasil, donde tenía una hermana. De ese modo llegué, en 1957, en São Luís, Maranhão, donde me integré a una parroquia y a la Universidad Federal, donde enseñaba.
En Brasil: la miseria…
Alípio habla de sus primeras impresiones sobre la situación enfrentada por las familias de la periferia de la capital maranhense .
— Comencé a visitar suburbios de San Luís. Yo, en mis andanzas, conocía la pobreza, pero no la miseria absoluta. Vi aquellas casas de palafito, personas sin trabajo. Comencé a ayudar en la organización de Asociaciones de Vecinos y acabé gustando de aquello.
Y los comunistas
— En un acto de 7 de septiembre reconocí un amigo entre los presentes. Augusto José, era su nombre. Él subió en una tribuna después de los discursos de las "personalidades" y habló que el día de la patria es para quién la tiene. Él dijo que tener patria es tener salud, tener tierra, y preguntó: "pero, ¿y un campesino como yo, que tengo? No tengo nada". Fue una conmoción general. Yo lo conocía porque él frecuentaba mucho la sede del PCB. Pedí para acompañarlo después de ese acto y él propuso que lo ayudara en la organización de los campesinos. Yo respondí "sí, sí…", y no esperaba bien las consecuencias de aquella respuesta. Ahí surgen más problemas con la Iglesia.
Contra el latifundio
Actuando junto a los campesinos, con la experiencia adquirida con las asociaciones de vecinos en la periferia de São Luís, Alípio estimuló la creación de asociaciones de campesinos para organizar su lucha.
— Comenzaron a atacar nuestras acciones, diciendo que era "cosa de comunistas". Y vea que la reivindicación básica de los campesinos en aquel caso no era ni siquiera la tierra, era el no pago del cambão . En ese sistema inhumano, para plantar para sí en las tierras del latifundio los campesinos tenía que trabajar tres días gratis para los latifundistas y eran obligados a vender su producción en el almacén del latifundio. Había castigos físicos y la prisión "privada" para quien no respetase esas imposiciones.
Ruptura con la Iglesia
— En 1962 recibí una invitación para una reunión en Rio de Janeiro. El Partido Comunista del Brasil — PCB preparaba el envío de una delegación al Congreso Mundial de la Paz, en Moscú. Después de la reunión ocurrió un mitin por las Reformas de Base y yo tomé la palabra. Después de ese mitin la Iglesia divulgó una nota diciendo que no tenía nada que ver con aquello. Yo por mi parte respondí diciendo que, pues bien, yo no tenía nada con la Iglesia.
De Moscú a la Ligas Campesinas
— Finalmente, fui a Moscú. Aquello fue una maravilla. Al regresar, Miguel Arraes me llamó para formar parte de su campaña. Enseguida yo pretendía volver para Maranhão pero, en plena campaña fui secuestrado por la reacción y amenazado de todas las formas. Cuando me soltaron, volví a Maranhão y la Universidad ya no me aceptó más. De esa vez me integré ya directamente a las Ligas Campesinas, con quienes ya venía actuando. Ocupé su Secretaría de Organización hasta el año 1964. Las Ligas estaban empeñadas en la lucha por las Reformas de Base y defendían la Reforma "Agraria en la ley o a la fuerza", estábamos empeñados en hacerla por las buenas o por las malas. Yo estaba en el eje Nordeste- Rio , entre la organización de las Ligas y la edición del periódico "La Liga".
El golpe militar, el exilio y la lucha por una línea revolucionaria
— Después del golpe vine para Rio , después vino el exilio. Fui para México y después para Cuba, para junto a otros compañeros preparar nuestra vuelta al Brasil. En aquella época pensaban en la creación de un ejército para una guerra de tipo nuevo. El personal de la Acción Popular (marxista-leninista), a quién yo estaba conectado, hizo parte de los grupos de formación y entrenamiento en Cuba. Posteriormente la AP (m-l) rompió con Cuba y estableció un plan de guerra revolucionaria. En Brasil teníamos varias organizaciones que en el papel eran favorables a la lucha armada, pero de hecho no eran, pues sabían que hacer la revolución significaba ir para el campo, prepararse, entre otras cosas. Por fin, se cayó en el error de permanecer en la ciudad y hacer asaltos para mantenerse en los centros.
El camino del campo
— Yo iba aquí y allá, discutía, defendía mi posición que era para ir para el campo. Quién tenía trabajo en el campo a aquella altura eran las Ligas y el Partido Comunista (PCB). Pero el PCB ( prestista ) no quería hacer revolución. Entonces yo propuse eso a la AP (m-l). Llegué a proponer a la AP la creación de un campo de entrenamiento. Visité varios estados cazando todo que oliese a las Ligas, fui a Goiás a encontrarme con Zé Porfírio , anduve centenares de kilómetros a pie investigando todo.
Faltaba una dirección proletaria
— Faltó una dirección, ese era el problema. Marighella , que era un gran hombre y tenía condición de unir toda aquella gente, no fue capaz de salir de la ciudad. El grupo de la ciudad comenzó a caer. El PCdoB , cuando decidió emprender la guerrilla en el Araguaia , ya no había más qué defender en la ciudad. Enfrentamos la incapacidad de conectarnos y la falta de claridad de objetivos.
La prisión y la tortura
— Estuve encarcelado en incontables prisiones y mantuve contacto con centenares de personas. Cuando supieron quién yo era, querían arrancar mi pasado. Decidí que no iría a revelar nada, decidí aún morir por eso. La muerte no era cosa que me asustara. Yo tenía en la cabeza una instrucción de Mao Tsetung : "al enemigo no se le teme ni se le da información". Ellos crean un ambiente de terror. Eso todo para intentar quebrarnos. Gritan, nos insultan. Pero yo también los insultaba. Descubrí que ellos estaban listos para golpearnos, para maltratarnos, pero no para ser atacados. Yo resistí. Y cada vez que volvían a la carga, yo también descargaba mis insultos. Un día un torturador me llamó y dijo "estamos todos muy ofendidos con usted, usted nos insultó". Yo respondí que él estaba viendo las cosas al contrario, pues era yo el torturado y ofendido. Lo miré y le dije: "soy mucho más viejo que usted y usted va a escucharme. Si usted pueda, desaparezca de aquí, pues esa dictadura de mierda no va a durar para siempre y todos van a saber lo que usted hace aquí. Usted puede hacer lo que quiera, pero le aconsejo a salir de aquí". El día siguiente, él apareció en mi celda, preguntó si yo deseaba tomar un baño, me ofreció una toalla y nunca más lo vi.
Odio a los criminales militares
— Tras haber salido de la prisión fui a la Cámara de Concejales de Rio de Janeiro. Reconocí en el portero un sujeto que vi en el Doi – Codi . Pregunté qué él estaba haciendo allí y él dijo: "soy guardia". Entré y hablé con alguien responsable del lugar: "Aquí en la portaría está un sujeto que trabajó en el Doi – Codi . Mañana yo volveré aquí y si él continuar aquí no me responsabilizo por mis actos". Al día siguiente volví y él no estaba más allá.
Contra las ilusiones constitucionales
— Una parte de los compañeros que salieron de la prisión son responsables por no haberse retomado una lucha revolucionaria consecuente. Fueron todos a disputar elecciones, ser diputados, senadores, etc. Por eso la situación se arrastra como está. El Estado en sí está como siempre estuvo. El Estado es criminalizador de los pobres desde su constitución. ¿Quién está en el poder? Los latifundistas, hoy más organizados que antes y el poder financiero. Este Estado no realiza nada para el pueblo. La propia reforma agraria, no necesitaría de un Estado Revolucionario, es una aspiración de la revolución burguesa, ya fue hecha en otros países hace muchos y muchos años. Pero este Estado que ahí está es un Estado atrasado desde el punto de vista social.
Luchando por la supervivencia
Con el fin del régimen militar, Alípio de Freitas se encontraba en difícil situación. Apátrida, desempleado, trató de retomar su vida después de la salida de la prisión y acabó volviendo a su país de origen. En esa altura él explica las razones de su no permanencia en el Brasil y expone su balance autocrítico del proceso que culminó con la amnistía.
— Tuve dos razones fundamentales para haberme ido a Portugal en 1981. La primera es que todas las puertas de trabajo se cerraron para mí. Era apátrida, durante el régimen militar yo perdí mis dos nacionalidades. Sólo recuperé mi nacionalidad portuguesa años después, en 1985. Esos tiempos difíciles, sólo encontré empleo en la Tribuna da Imprensa . Si no fuera Hélio Fernandes (periodista, director del periódico Tribuna da Imprensa , de Rio de Janeiro), que ni era de izquierda, para tirarme de mi situación de ambulante yo, que soy profesor universitario, tendría que buscar mi supervivencia vendiendo camisas. La segunda y principal razón de mi partida fue que nadie quería profundizar nada. Las personas que yo conocía querían volver a una situación que sólo existió antes de 64. Las personas estaban en aquella de "paz y amor".
Torturados y perseguidos cobran justicia
— Me criticaban por radicalismo, pero hay un sentimiento de justicia que no podemos arrancar de nosotros mismos. Las personas que prendieron, torturaron, no pueden quedar impunes. Las personas que fueron torturadas, perseguidas, presas, que cambiaron de nombre (y hay miles hasta hoy en Brasil en esta situación) cobran justicia. Eso no es un problema solamente mío y yo no puedo pasar por cima de eso. Por lo tanto, mis razones fueron sobre todo de orden política. Aún pasados tantos años, no podría acomodarme. Esta amnistía es inicua, no pueden amnistiar a aquellos que cometieron crímenes contra la humanidad. No podemos decir que estamos bien. Hoy, quien está en el poder no tiene galones, mejor así. Pero tenemos un compromiso con nuestro pasado, no podemos dejar simplemente como está.
Punir los criminales
— Es nuestro deber divulgar el nombre de esos torturadores, colocar en un periódico el nombre, los crímenes, las torturas. Eso ya sería una parte de la punición. A la justicia le cabe juzgar, declarar que tal y cual persona es culpada o no. Tras esclarecerlo, ahí sí, se puede amnistiarlo o no. La amnistía que hubo en Brasil hizo lo contrario, amnistió a todos, pero solamente los presos políticos fueron condenados. Los presos políticos y torturados, sí deberían ser amnistiados. Los torturadores cometieron sus crímenes contra la humanidad y se mantuvieron en el poder desde entonces hasta los días de hoy, ¿ellos están siendo amnistiados por qué? El cabo Anselmo estaba para ser jubilado como "mar y guerra". ¡Eso sería un premio para un delator! Pero el responsable por su proceso era conectado a la dictadura. Yo he hecho conferencias, palestras y debates por toda parte. Hay centenares de personas que pasaron por eso, exiliados, presos, entre otros. Ellos deben hablar. Esas personas tienen el archivo, el testimonio vivo. Deben revelar lo que vivieron y pasaron en las mazmorras. Eso forzará la apertura de los archivos militares. Solamente la movilización popular podrá cumplir el papel de revelar a todos lo que ocurrió y quizás alcanzar lo que se ve en otros países como la Argentina, donde algunos de esos criminales fueron a la prisión.
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