Unidad de Policía Pacificadora del Morro del Cantagalo: “Cuando yo veo un policía, comienzo a temblar”

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Unidad de Policía Pacificadora del Morro del Cantagalo: “Cuando yo veo un policía, comienzo a temblar”

En los meses de marzo y abril, el reportaje de AND estuvo por diversas ocasiones en el Morro del Cantagalo, zona Sur de la ciudad de Rio de Janeiro, donde, desde 2009, una Unidad de Policía Pacificadora ocupa sus callejuelas. A partir de la llegada de la UPP al Cantagalo, comenzaron a surgir incontables denuncias de abusos de policías contra habitantes.

En los últimos dos meses, militantes de la Red de Comunidades y Movimientos Contra la Violencia denunciaron graves barbaridades cometidas por policías de la UPP contra la población. Muchas víctimas que conversaron con AND dicen haber sufrido sesiones de tortura, zurras e intimidaciones. Además de eso, un trabajador que no quiso que se lo identifique denunció robos y extorsiones cometidas por policías contra trabajadores del Cantagalo.

Era una noche lluviosa de domingo, final de marzo, cuando la vida de un joven de 17 años habitante del Morro del Cantagalo cambió para siempre. El muchacho, que prefirió no ser identificado, fue otra víctima del régimen de excepción impuesto por la UPP a los habitantes de esa favela de la zona Sur de Río. En una rápida conversación con el joven, él relató al equipo de AND los momentos de pánico que vivió cuando fue bárbaramente torturado por policías con choques, golpes de barra de hierro, puñetazos y puntapiés. Dueño de un semblante abatido y de una voz amedrentada, el joven contó como todo aconteció.

— Yo estaba volviendo de una fiesta, cuando vi dos amigos míos siendo abordados por policías enfrente al edificio donde vivo. Como conozco la manera como ellos actúan, agarré mi cámara y subí a la azotea para observar. Ellos estaban golpeando, insultando mis amigos y yo filmé todo. Cuando los colocaron dentro del patrullero, yo bajé con la grabación para mostrar a la familia de ellos. En cuanto yo salí del edificio, uno de ellos me agarró y colocó la camisa en mi cara para vendarme. Me colocaron atrás de una van y me dieron un choque eléctrico. Me desmayé y ellos me esposaron. Comenzaron a revistarme y hallaron la cámara en mi bolsillo y vieron la grabación — cuenta el muchacho.

Según él, a partir de ahí, los policías comenzaron a torturarlo. El joven contó que sólo sobrevivió porque consiguió escapar cuando uno de los agentes se alejó para atender el teléfono.

— Ellos comenzaron a preguntar si yo había grabado en algún otro lugar y yo dije que no. Entonces ellos comenzaron a golpearme con una barra de hierro. Decían que iban a arrancar todos mis dientes, que si yo denunciase alguna cosa, iban a matar mi familia. Yo preguntaba si ellos no tenían hijos, no tenían familia y ellos sólo decían para  callarme la boca, que si continuase hablando, iba a ser peor. Ellos me dieron tres choques más y, como yo estaba en la lluvia con el cuerpo mojado, el dolor fue mucho mayor. Después ellos quebraron la cámara en mi cabeza. Fue cuando uno de los policías fue a fumar y el otro atendió el teléfono. En ese momento conseguí huir y uno de ellos vino atrás de mí. Yo me escondí dentro del edificio, ya que él no sabía cuál era mi departamento. Estaba sintiendo mucho dolor, porque mi brazo estaba dislocado. Tomé tres remedios para dolor y subí para la casa de máquinas del edificio. Coloqué un colchón allá y dormí. Sólo desperté al día siguiente de noche. Yo estaba desesperado —cuenta el joven muy abatido.

— Fui para casa, conté lo sucedido a mi familia y mi padre resolvió ir a hablar con el capitán. En la UPP, el capitán dijo que yo estaba errado, que yo era bandido, delincuente, e inclusive amenazó mi padre. Dijo que, si yo llevase eso adelante, no iba pasar nada con ellos. Mi padre pasó mal y vino para casa. Cuando él se calmó, él vino a hablar conmigo y le dije para desistir, pero es muy difícil para mí. Yo no puedo salir de casa. Si yo salgo, mi madre ya se queda preocupada. Cuando veo un policía, comienzo a temblar. No vi el rostro de los policías que me torturaron, entonces yo quedo mirando de tarde en tarde para ellos, intentando reconocer, pero no me acuerdo. Por eso, queda la sensación de que puede haber sido cualquiera de ellos. Entonces tengo miedo de todos —cuenta.

Al final de la entrevista, el joven aún hizo un balance de los dos años y medio de militarización en el Morro del Cantagalo. Él contó que no es el primero en la favela a ser torturado por policías de la UPP.

— Cuando la UPP llegó aquí, yo pensé que iba a ser todo perfecto, como la televisión mostraba que iba a ser. Creí que la favela iba a quedar más tranquila. Pero la realidad es que eso que aconteció conmigo ya aconteció con otras personas. El día que me torturaron, habían otras dos quejas en la comisaría de vecinos diciendo que habían sido zurrados por ellos. Gente buena, trabajadora, bien conocida aquí en la favela. Eso me hace llegar a la conclusión de que la UPP sólo empeoró la vida del pueblo aquí en el Morro. Por ejemplo, mis hermanas, antes de la UPP, tenían una visión de los policías que ya no era buena. Hoy entonces, a ellas no les gusta ni de pasar cerca. En los abordajes, ellos siempre buscan humillarte al máximo, nunca dan un buen día, ya llegan hablando para colocarse contra la pared, para ir para casa, toque de queda. En vez de la UPP devolver la paz para la favela, ella está quitando lo poco de la paz y de la libertad que la gente tenía, nuestro derecho de ir y venir. Uno no puede ni conmemorar nuestro propio aniversario sin autorización de la UPP. De 2009 para acá, la situación sólo viene empeorando, porque el pueblo tiene mucho miedo. Ellos saben donde cada uno de nosotros vive y ellos están aquí todos los días —dice.

Y no es solo eso. Otro habitante que también prefirió que no se le identifique contó que policías usan drogas incautadas del tráfico para extorsionar habitantes que suben a la favela con el dinero del salario en el bolsillo.

— Ellos revistan todo el mundo volviendo del trabajo, cerca de las 18h. Cuando encuentran alguien con el dinero del salario en el bolsillo, muestran la droga y dicen ‘si usted no me da ese dinero, yo voy a prenderlo y decir  que esa droga estaba con usted’. Eso cuando no roban el dinero directamente. Ya oí varios casos. Sin contar que ellos trabajan todo el tiempo borrachos, drogados. Van en los bares de la favela y compran cervezas, uniformizados, en frente de todo el mundo. No se hacen ningún problema. El otro día, un policía borracho atropelló una niña en la subida con el patrullero, no paró para socorrerla y aún se fue riendo. Pregúnteme si aconteció alguna cosa con él. Claro que no — denuncia.


“Mi hijo está lleno de marcas por el cuerpo”

Rapaz teve casa invadida e foi espancado pela polícia na frente da mãe

En abril, nuestro reportaje también estuvo en el Morro del Cantagalo para conversar con el ama de casa Cristiane Monteiro do Rêgo, de 59 años, 40 de ellos vividos en la favela de la zona Sur. Según ella, su hijo de 24 años, maniobrista de una conocida red de estacionamientos carioca, habría sido zurrado por policías dentro de casa. Ella contó que su hijo fue agredido en su frente y que los policías aún hicieron disparos de pistola contra su residencia. Las marcas de las balas quedaron por todos lados y la puerta de la casa, quebrada por los policías, tuvo que ser sustituida.

— Mi hijo vino corriendo para casa golpeando en la puerta y gritando ‘socorro, mamá’. Yo abrí la puerta y él entró corriendo desesperado. Cerré la puerta. No sabía quien estaba del lado de fuera. Mi hijo salió corriendo para la terraza. Cuando vi, los policías estaban en la azotea vecina tirando contra mí y contra mi hijo en la terraza. Yo conseguí descender para el segundo piso. Ellos no me dieron tiempo ni de abrir la puerta. Cuando yo descendí, escuché una confusión fuerte. Ellos quebraron la puerta, subieron, esposaron mi hijo, lo colocaron boca abajo en la cama y comenzaron a golpearlo. Lo golpearon mucho. Y yo gritaba para que ellos parasen y ellos no pararon. Mi hijo está lleno de hematomas por el cuerpo — denuncia.

En la comisaría, más arbitrariedades. Policías civiles se habrían negado a registrar el testimonio de Cristiane, testigo ocular de la zurra sufrida por su hijo. El caso sólo fue registrado después de la asistencia de las ouvidoras de derechos humanos Patrícia Oliveira y Márcia Honorato, de la Red de Comunidades y Movimientos Contra la Violencia.

— Después, lo llevaron para la comisaría y dijeron que él había agredido un policía. Llegando en la 12ª DP, el comisario aún reprendió mi hijo todo lastimado. Cuando yo protesté, él mandó que me callase la boca agresivamente. Después nos llevaron  para a 13ª DP. Llegando allá, mi hijo fue el último a dar testimonio. Yo quise hablar como testigo, pero ellos no me dejaron. Sólo fui conseguir dar mi testimonio el domingo a la noche porque las señoritas del Ministerio Público fueron a la comisaría junto conmigo. Yo no voy a aceptar eso. Yo no perdí mi derecho de ir y venir cuando los bandidos mandaban en la favela y no voy a perder ahora con los policías de la UPP. Yo estoy arrasada. Perdí mi domingo de pascua, perdí mi tranquilidad, perdí mi paz, perdí todo — lamenta.


Muchacho baleado por policías exige justicia

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André foi baleado por policiais em 2010

El día 4 de julio de 2010, policías de la UPP del Morro del Cantagalo, en Copacabana, invadieron el bar del músico, atleta y comerciante André Luiz Gonçalves de Araújo y lo llevaron detenido arbitrariamente por desacato. Cuando era llevado para la comisaría, esposado, André fue baleado en la espalda por los policías.

En la noche del día 14 de abril de 2012, después que André recibió la visita de nuestro reportaje y de miembros de la Red Contra la Violencia, policías una vez más invadieron el establecimiento del comerciante e hicieron amenazas e intimidaciones. Nuestro reportaje volvió al local y conversó con André Luiz, que también reclamó de la marcha del proceso contra los policías que lo balearon en 2010.

— Ellos entraron aquí por cerca de las 23h y comenzaron a amenazarme, diciendo que había mucho quilombo dentro de mi bar, sólo que ni siquiera estaba tocando música. Las personas sólo estaban en un bar conversando un sábado a la noche. ¿Quién no hace eso? Dudo que aquellos mismos policías, cuando no están de servicio, no tomen una cerveza el sábado a la noche con sus vecinos. Lo curioso es que eso aconteció justamente cuatro días después que ouvidores de derechos humanos y ustedes [reportaje de AND] estuvieron aquí en mi bar para saber sobre la marcha de mi proceso, que, inclusive, hasta ahora no dio en nada. Ya van a hacer dos años que fui baleado, quedé con el movimiento del brazo izquierdo comprometido ese tiempo todo, tuve que salir de mi trabajo y no aconteció nada con los policías que dispararon en mí — protesta.   

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